Y es que esta centenaria tradición, trasmitida por generaciones de tarijeños, se encuentra entre los candidatos a alcanzar esta categoría que otorgará el Comité de la Unesco encargado del tema, reunido desde hoy y hasta el sábado en París.
Esta fiesta, con mucha trascendencia en toda Bolivia, tiene sus orígenes en la época de la colonia e inicia el 16 de agosto, extendiéndose hasta mediados de septiembre.
Cada año atrae a más de 50 mil personas, entre protagonistas y espectadores, y llena de emociones a plazas y calles que acogen a los “chunchos”, devotos promesantes que realizan un peregrinaje de iglesia en iglesia con el Santo Patrono.
Los más de mil 500 “chunchos” bailan durante el recorrido por los caminos tarijeños en agradecimiento a San Roque, disfrazados con blusas y faldas muy coloridas, con los rostros tapados con una tela transparente, cubriendo sus piernas con medias y portando en sus cabezas turbantes confeccionados con muchas plumas multicolores.
El golpeteo de unas maderas marca el ritmo de sus danzas y cantos, acompañados de músicos populares representados por cañeros, quenilleros y tamborileros, y la guía de alféreces, ceremonia que traspasa su propósito religioso y se convierte en un atractivo evento artístico y cultural.
Finaliza con el llamado “encierro” de la Fiesta, cuando los promesantes y peregrinos “chunchos” y miles de devotos se despiden de su Santo Patrono con demostraciones de profundos sentimientos y el compromiso de cumplir la promesa el venidero año.
Al retornar a la iglesia de igual nombre, San Roque es ubicado al pie de las escalinatas, mirando al pueblo que lo saluda agitando pañuelos blancos.
Con ello los participantes, llegados de toda Bolivia y de más allá de sus fronteras, reverencian a San Roque, hijo de aristócratas en el Medioevo francés, quien repartió su fortuna, renunció a sus comodidades y dedicó su vida a ayudar a enfermos y desvalidos.
Cuentan que enfermo de lepra se ocultó en una cueva, donde un perro, convertido en su fiel amigo, le llevaba comida y lamía sus heridas hasta curarlo, por lo que la Fiesta Grande de Tarija celebra también la lealtad y la amistad entre canes y humanos.
Historiadores narran que durante la época colonial, en fecha no precisada, una epidemia azotó a la ciudad de Tarija y para calmar la angustia los pobladores invocaron el auxilio de San Roque; la dolencia cesó y, agradecidos por el milagro, decidieron festejar y reverenciar cada año al médico de los pobres.
El fervor religioso y la creatividad artística popular lograron que el 8 de septiembre de 1998 la Fiesta de San Roque fuera declarada Patrimonio Histórico, Religioso y Cultural de la Ciudad de Tarija.
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