En 2018 esa zona fue escenario de una masacre, que dejó decenas de muertes, entre ellas niños que no llegaban al año de vida, heridos, y mujeres violadas, y para la cual aún las autoridades no dieron respuesta.
“Hoy, a pesar de las dificultades, la comunidad decidió regresar a casa debido a la frustración y el estigma”, dijo Maginat.
Más de 850 estudiantes, incluidas 525 niñas, tuvieron que buscar otras escuelas en la periferia de La Saline, luego que las bandas armadas cometieran la masacre a inicios de noviembre, y mantuvieran el clima de terror en el territorio.
“Esto devolverá la vida a este barrio”, señaló a la prensa el titular, y aseguró que los hombres armados que aún viven en este barrio, están a favor de la reapertura porque “también han ido a la escuela”, aseveró.
En noviembre pasado, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia denunció que al menos siete escuelas en Puerto Príncipe se vieron obligadas a pagar a las pandillas a cambio de seguridad.
En medio de un recrudecimiento de la violencia en Haití, los niños y niñas en las escuelas de las zonas urbanas se están convirtiendo cada vez más en blanco de robos o exigencia de rescates, advirtió Unicef.
En las zonas controladas por las pandillas, los directores de escuela y los maestros están constantemente amenazados y, si se niegan a pagar, sus centros son atacados, dijo Jean Gough, directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe.
“En toda la capital, cada vez más, el miedo en las instalaciones educativas se traduce en menos aprendizaje. Las pandillas están convirtiendo rápidamente los templos de conocimiento en escenarios de violencia”, deploró.
Mientras, el Gobierno promete combatir la inseguridad, sin embargo, organizaciones de derechos humanos registraron casi un millar de secuestros durante este año.
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