Un espectáculo de luces que recrea los más diversos motivos de estas fiestas decembrinas atrae a una gran cantidad de público que, además, busca apreciar, desde los tres mil 152 metros sobre el nivel del mar, toda la amplitud de esta ciudad.
El brillo, los colores y la iluminación regalan al visitante en las noches una mezcla de misterio y alegría que, combinados con todas las ofertas litúrgicas, culturales, gastronómicas, artesanales y el entorno natural, se convierten en un regalo especial.
Hace casi 400 años, en la cima del cerro, fue construida por decisión de don Juan de Borja, Presidente del Nuevo Reino de Granada, una capilla cuyo encargado fue don Pedro Solís de Valenzuela, quien consideró ideal construir también un monasterio, el cual fue terminado en 1657 con ayuda de habitantes de Santafé de Bogotá.
Tras su construción alojó una réplica de la Virgen de Montserrat, igual a la del monasterio de igual nombre en Cataluña, España, flanqueada por la bandera colombiana y la de Bogotá.
La figura original que le cambió el nombre a esta elevación, llamada Cerro de las Nieves por sus habitantes ancestrales, desapareció en 1950 y en 1996 fue repuesta por una donación de la entidad española.
Años después de la construcción, la capilla acogió la escultura del Señor Caído de Monserrate, obra del maestro santafereño Pedro de Lugo y Albarracín.
Durante la primera década del siglo XX, la devoción por el Señor de Monserrate llegó a tal grado, que la ermita construida en tiempos coloniales no daba abasto para albergar a los peregrinos que diariamente subían a visitarlo.
Ante esto, el arzobispo de Bogotá, monseñor Bernardo Herrera, autorizó al padre Nacianceno Ocampo para que construyera un nuevo templo con mayor capacidad y el 3 de mayo de 1915, día de fiesta de la Santa Cruz, empezó la demolición de la ermita y la construcción del nuevo santuario terminó en 1920.
En torno al santuario nacieron muchas historias como una que cuenta que por los cerros orientales de Bogotá moran espíritus en silencio junto al Señor Caído y los dioses Chibchas y Muiscas.
Algunos dicen que a la escultura del Señor Caído le crece el pelo y que cuando bajan la estatua a otras ceremonias religiosas a la ciudad pesa más que cuando la suben.
También cuentan que las parejas de novios que visitan por separado el Santuario nunca se casan o que entre Bogotá y Monserrate existe un punto en el que sale el sol y marca el camino para llegar a El Dorado.
Lo cierto es que el cardenal Crisanto Luque, al observar el crecimiento de la devoción por el Señor Caído, recomendó a la Santa Sede que erigiera la iglesia de Monserrate como Basílica Menor, lo cual fue acepato por el Papa Pío XII, el 25 de mayo de 1956 y confirió el honor y la dignidad de Basílica Menor a la iglesia de Monserrate.
Miles de creyentes suben los escalones que llevan al Santuario en la cumbre como acto penitencial, mientras que otros miles de turistas, deportistas o curiosos llegan a pie por un sendero empedrado, en funicular o teleférico, lo que es considerado toda una aventura por la verticalidad del cerro.
Las misas, las deidades, los ángeles, las fuentes, los jardines, sus bosques de niebla, la gastronomía tradicional, sus restaurantes y cafeterías, la vista de Bogotá de día o de noche, de montañas y santuarios aledaños como el dedicado a la Virgen de Guadalupe y ahora las luces navideñas, regalan una magia única en Colombia.
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