El ministro de Educación, Nesmy Maginat, anunció que maestros, estudiantes y padres levantaron las banderas del centro, cerrado desde noviembre de 2018 cuando hombres armados irrumpieron en la zona capitalina, torturaron y ultimaron a decenas de mujeres, hombres y niños, y luego sus cuerpos fueron incendiados o sirvieron de alimento para los animales.
“La educación es el arma más grande para construir la paz”, dijo durante la ceremonia de este lunes el funcionario, que desde su llegada al cargo en noviembre intentó reavivar el espacio.
Tras la tragedia en La Saline, más de 850 estudiantes, incluidas 525 niñas, tuvieron que buscar otras escuelas en la periferia, y muchos de ellos abandonaron los estudios en medio del aumento de la inseguridad.
“Esto devolverá la vida a este barrio”, señaló recientemente Maginat, y aseguró que los hombres armados que aún viven en el barrio están a favor de la reapertura porque “también han ido a la escuela”.
La marcada ola de violencia que vive el país en los últimos años afectó notablemente la educación, y decenas de escuelas de barrios vulnerables tuvieron que cerrar sus puertas, mientras otras están obligadas a pactar con las pandillas para operar.
En noviembre pasado, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia denunció que al menos siete escuelas en Puerto Príncipe tuvieron a pagar a las bandas armadas que controlan el territorio a cambio de seguridad.
A este escenario se suman los miles de desplazados internos de Puerto Príncipe, en medio de los enfrentamientos entre pandillas en Martissant y la zona baja de Delmas, que empujó a casi 20 mil personas a abandonar sus hogares y refugiarse en precarios sitios sin acceso a los servicios básicos y sin medios para asistir a las escuelas.
Por su parte, en el sur del país, el mortal terremoto de mediados de agosto dejó a más de 350 mil niños sin acceso a la educación, luego que el 75 por ciento de la infraestructura docente sufriera daños o se destruyera.
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