Según reportan en el sitio oficial de noticias de Naciones Unidas, el gobierno de esa pequeña nación insular del Pacífico transmitió un mensaje muy firme de que no permitirán la entrada del SARS-CoV-2 a través de las operaciones de asistencia, tras el reciente tsunami allí.
El organismo multilateral está totalmente de acuerdo y seguimos una política de «no hacer daño”, por ello se aplicará una modalidad de entrega sin contacto, explicó el portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, Jens Laerke.
Tales entregas, detalló, pueden consistir en que los aviones o barcos sean descargados por operarios locales, porque si aterriza personal extranjero tendrán que pasar una cuarenta de 21 días.
Hasta ahora, precisó Laerke, las dos cuestiones más críticas son el suministro de agua potable, ya que las fuentes locales se contaminaron.
De acuerdo con estimaciones preliminares, unas 50 mil personas (alrededor de la mitad de la población de Tonga) podrían necesitar agua potable.
También urge el restablecimiento de las comunicaciones pues muchas zonas del archipiélago siguen sin ese tipo de servicios como Internet, lo cual ha complicado hacer una evaluación completa de los daños y de la ayuda que será necesaria en los próximos días, indica la web de noticias de la ONU.
Unas 12 mil familias en Tonga que viven de la agricultura perdieron sus cosechas y gran parte del ganado murió, añade ese sitio digital.
El pasado 15 de enero, la erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha’apai ocasionó un tsunami que golpeó zonas costeras de Tonga.
Actualmente, el 80 por ciento de la población de ese archipiélago está afectada de una manera u otra por ese trágico suceso, y hasta el momento solo se registran tres víctimas mortales, indican reportes locales.
La caída de las cenizas en los cultivos, los efectos de su mezcla con el agua salada, la falta de agua potable y la aparición de enfermedades infecciosas figura entre las principales preocupaciones de la ONU y las autoridades de ese país.
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