Según algunos historiadores, el origen de la receta se remonta a la presencia francesa en la isla de La Española (que esta nación comparte con Haití) en el siglo XVII y es atribuida a Francois Delalande su introducción.
Apuntan que Delalande vivía con su mujer e hijos en el norte haitiano, y allí un mulato le pidió la mano de una de sus hijas. Ante la negativa del padre, el susodicho mató a todas sus descendientes, por lo cual la familia huyó del lugar.
Primero se asentó en Montecristi y luego en Santo Domingo, donde un español le cedió un pedazo de tierra al francés, quien cultivó las habichuelas con semillas de su país, las cuales servía a los invitados de manera azucarada, al estilo europeo.
La rareza culinaria comenzó a prepararse con legumbres que estaban en Dominicana desde los tiempos precolombinos y fue asumida como propia de esta nación.
Existen variantes en dependencia de dondese elabore, por ejemplo, en el Cibao y la capital se utiliza la legumbre roja, y en el sur, las habas.
Los supermercados y las tradicionales bodegas de barrios -o colmados, su nombre habitual- ofrecen los ingredientes de esta receta y los tenderos explican, sobre todo a los extranjeros, cómo hacerla, aunque con el paso del tiempo y la modernidad predomina la forma industrial. Sin embargo, los dominicanos prefieren la técnica casera, pues es parte de los rituales llevados a la práctica durante las festividades religiosas de esta etapa.
Así que hierven las habichuelas en agua con canela, las pasan por una licuadora, agregan un litro de leche de vaca, un poco de evaporada, coco, una libra de azúcar, clavo, vainilla y una pizca de sal, y las ponen de nuevo al fuego hasta ver reducida la mezcla, cuyo color es intenso y brillante.
Después, las sirven con pasas, daditos de boniato y casabe o galletas de leche.
(Tomado de Orbe)