En declaraciones a la Radio del Ejército, Olmert estimó que “se debería haber tomado una decisión valiente y responsable” de impedir la subida al Monte del Templo, como llaman los judíos a ese sitio, ubicado en la zona ocupada de Jerusalén oriental.
Las declaraciones de Olmert tienen como telón de fondo el aumento de la tensión en la zona tras el asalto el viernes último de las fuerzas de seguridad israelíes a la Mezquita de Al Aqsa, que forma parte del complejo y considerada el tercer lugar más sagrado para los musulmanes.
Este domingo y hoy, los militares volvieron a irrumpir en la explanada para expulsar a los palestinos y proteger la entrada de los judíos que querían visitar el lugar con motivo de celebrarse el Pesaj, una festividad que marca el inicio del éxodo de ese pueblo. Según los acuerdos alcanzados hace décadas, a los judíos solo se les permite visitar el complejo, con numerosas condiciones, pero no rezar.
Esta comunidad realiza sus plegarias en el muro occidental, conocido como Muro de los Lamentos o de las Lamentaciones, que constituye una barrera exterior de la Explanada y representa el único vestigio el segundo templo bíblico, construido por el rey Herodes.
Sin embargo, bajo la creciente presión de los sectores de la derecha y ultraortodoxos aumentó el número de fieles de esa religión que intentan orar allí, lo cual es considerado por los musulmanes una provocación.
El primer ministro israelí, NaftalI Bennett, afirmó en julio último que sus compatriotas tienen derecho a rezar allí, aunque días después su Gobierno reculó entre la ola de críticas.
El sitio sagrado es venerado tanto por musulmanes, que lo llaman Explanada de las Mezquitas, como por judíos, que lo conocen como el Monte del Templo.
Para los primeros porque en su interior está la Mezquita de Al Aqsa, mientras para los segundos porque allí se construyeron sus dos templos bíblicos.
La explanada forma parte de la ciudad vieja, ubicada en la parte oriental de la metrópoli, ocupada por el ejército de Israel durante la guerra de 1967.
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