Por Julio Morejón Tartabull
Periodista de la Redacción África y Medio Oriente de Prensa Latina
Las autoridades anunciaron para el próximo 15 de mayo la elección indirecta del presidente somalí, según decidió el Parlamento Federal tras más de un año de aplazamientos de esa consulta y por la cual la oposición criticó severamente al aún mandatario, Mohamed Abdullahi Mohamed.
Ese ejercicio lo supervisará un equipo legislativo, encabezado por el diputado Abdikani Gelle, y durante la jornada emitirán su voto secreto los 54 miembros del Senado y los 275 de la Cámara Baja; entre los factores que incidirán está la influencia de clanes considerados poderosos en la dinámica sociopolítica nacional.
Sin dudas, existe una razón común en todos esos aspectos y es la persistente pugna por la autoridad en el Estado, indicado por expertos como ejemplo idóneo de “fallido” por la frágil estructura e incapacidad para garantizar la seguridad ciudadana, una deficiente gestión administrativa y otras incompetencias funcionales.
El modelo somalí arrastra los mismos problemas desde 1991, cuando alianzas guerrilleras derrocaron al presidente Mohamed Siad Barre, quien murió en el exilio en Nigeria luego de gobernar durante más de 20 años y establecer un orden de tipo castrense en el país del Cuerno de África.
Tras la era Barre, se intensificó la lucha por el poder que persiste en todas sus expresiones, pese a la influencia de Occidente para implementar formas de otro tipo de gobernanza con carácter distributivo, aunque no totalmente equitativo pero más cercano a la práctica contemporánea.
Robles llamó a transformar el proceso de elecciones indirectas para seleccionar al presidente federal y a los integrantes de las dos cámaras legislativas, según precisó, a fin de evitar la concentración del poder en pocas manos.
Pero esa propuesta rompe con la tradición vigente que contempla la persistencia de importantes factores de decisión, consideran expertos.
Toda transformación de la gestión electoral deberá pasar por su acomodo con la anuencia de comunidades, clanes, subclanes y otros sectores existentes en Somalia, donde las elecciones indirectas se ejecutan a la sombra de un proceso semiconsensuado, en el cual jefes tribales y grupos de ancianos tienen voz y voto.
Asimismo, en el Parlamento hay una cuota de escaños para la representación femenina, lo cual -aunque se presenta como acción afirmativa- aseguran ellas que camufla una lógica excluyente relacionada con la actividad de la mujer en la sociedad y le asigna un papel secundario en los asuntos del Estado, más allá de la conducción de la familia.
Según el jefe del gabinete, esas características que prevalecen en las elecciones indirectas no son sostenibles para el país de cara al futuro, luego de que Somalia con muchos tropiezos logró completar la Cámara Baja y el Senado, y su próximo paso ahora es seleccionar al presidente federal.
OBSTÁCULO INSURGENTE
Las consultas para integrar el Parlamento estuvieron varadas, pues esa institución tuvo que formarse completamente en febrero de 2021; su integración fue pospuesta por motivos de seguridad, desacuerdos políticos y detalles técnicos.
“El legislativo deberá elegir al próximo gobernante entre varios candidatos anunciados: el mandatario saliente, Mohamed Abdullahi Mohamed, los expresidentes Sharif Sheik Ahmed y Hassan Sheikh Mohamud, y el ex primer ministro Hassan Ali Khaire”, difundió la prensa en Mogadiscio, la capital.
Por su parte, el exgobernante del Estado de Hirshabeelle, Mohamed Abdi Ware, afirmó que en entre esos candidatos Abdullahi Mohamed no tiene posibilidades de ser reelecto luego de que él y sus aliados sufrieran una severa derrota política en las elecciones del presidente del Parlamento.
Además, a las críticas al proceso electoral le acompaña una violenta realidad, la cual incide en su desempeño y desangra al país para mostrar el tácito desacuerdo con un Estado que la insurgencia califica de apócrifo y alejado de los paradigmas musulmanes profesados por la mayoría de los ciudadanos.
En el perenne conflicto de baja intensidad (asimétrico, no convencional) las fuerzas de Mogadiscio y su aliado, la Misión de la Unión Africana (Amisom) enfrentan a la guerrilla de Al Shabab, sucesora de la Unión de las Cortes Islámicas (UCI), que se impuso como estructura legal aproximadamente desde el 2000 hasta 2007.
Al Shabab -Los Jóvenes- surgió en 2012 y desde entonces domina zonas rurales, lo que no ocurre con el área urbana, pero más de la mitad de la población -alrededor del 56 por ciento- vive en el campo, conforme con datos de indexmundi.com.
Su más reciente ataque fue contra un convoy militar en la sureña región de Middle Shabelle y causó la muerte de nueve soldados, una acción ocurrida seis días después de un atentado contra un restaurante en la capital y cuando se acerca la elección del presidente federal, para la cual se requiere tranquilidad.
Pero en la lucha por el poder que influye en la vida diaria somalí también hay otros actores armados como las facciones del Estado Islámico, y se crean alianzas coyunturales para apoyar o no a las administraciones estaduales como fue el caso de Ahlu-Sunna wal-Jama (ASWJ), rival de Al Shabab.
La contienda en Somalia causó en los últimos 12 años unos 33 mil muertos y como conflicto se extendió a Kenya, a la vez que los antigubernamentales amenazaron con llevar sus operaciones también a otros países que aportan militares a la Amisom. En todo este tiempo, la guerra dejó de ser un asunto interno e incluso africano. En 1992 grupos armados afines a Mohamed Farrah Aidid aniquilaron a dos tripulaciones de helicópteros estadounidenses que participaban en la operación Restaurar la esperanza (o cómo suministrar comida en las puntas de las bayonetas).
El golpe -base del filme Black Hawk down (La caída del halcón negro)- condujo al retiro temporal de las tropas estadounidenses de Somalia, adonde luego regresaron paulatinamente, pero tras la lección ahora atacan con drones en su doctrina de guerra contra el terrorismo.
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