Ser alto conlleva a un menor peligro de enfermedad coronaria, hipertensión arterial y exceso de colesterol, mientras propicia uno mayor de fibrilación auricular, neuropatía periférica y trastornos circulatorios, señalaron los autores.
Mediante un artículo en la revista estadounidense PLOS Genetics, los miembros del Programa del Millón de Veteranos involucrados confirmaron la consecuencia de una estatura elevada en la disfunción eréctil y la retención urinaria.
Además, provoca afecciones como la celulitis, los abscesos cutáneos, las úlceras crónicas en las piernas, venas varicosas y trombosis (coágulos de sangre) y la osteomielitis.
Los resultados reflejaron por otra parte que la altura aumenta el riesgo de asma y trastornos nerviosos no específicos en las mujeres, pero no en los hombres.
El doctor Sridharan Raghavan, quien dirigió la investigación, describió que el alcance de la muestra posibilitó una contribución significativa con el catálogo de condiciones clínicas asociadas con la talla de las personas predicha genéticamente.
Necesitamos más trabajo antes de que los hallazgos puedan conducir a cambios en la atención clínica, comentó e instó no obstante a considerar la altura de una persona al evaluar el riesgo y la vigilancia de enfermedades.
Los científicos analizaron los datos genéticos y médicos de más de 280 mil personas adultas y los compararon con una lista de tres mil 290 variantes hereditarias asociadas con la estatura de un análisis anterior.
La altura de un adulto llega en parte por la información aportada por los padres, aunque influyen factores ambientales como la nutrición, el estado socioeconómico y la demografía (por ejemplo, la edad o el género).
Esta resulta la razón que -según reconocen los expertos- complejiza la determinación final de una conexión entre la estatura humana y el riesgo de enfermedades.
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