López Obrador había anunciado desde antes que la inflación estaba en la lista de asuntos a tratar con su homólogo para buscar alguna concertación bilateral que detuviera o no dejara prosperar al alza ese índice y sus afectaciones fuesen lo más leves posible.
Los dos países están con una inflación alta, México 7,9 en su última medición y Estados Unidos 9,1 a finales de junio, pero hubo discrepancias en la apreciación de su relación causa-efecto que, por supuesto, puede incidir de manera negativa en un esfuerzo común para combatirla.
López Obrador fue del criterio de que América del Norte debe hacer énfasis en sus niveles de producción para intentar no importar -sobre todo de China- todo aquello que se pueda fabricar en el área, y propuso intensificar la relación bilateral frente a las tasas de inflación que se viven en el mundo.
Ejemplificó con el sector energético mexicano en el que, según él, la inflación no ha impactado como sí ha hecho con Estados Unidos y Europa, en particular Alemania. “Debemos reconocer que desde hace tiempo no estamos produciendo lo suficiente”, insistió López Obrador.
Biden refutó dichos de su invitado de «China como la fábrica del mundo», y los peligros de la inflación, al considerar que «de todas las economías grandes, la de Estados Unidos es la que está creciendo más rápido”. Descartó un estancamiento.
“Desde que asumí como presidente, aseguró, hemos generado más puestos de trabajo que lo que ha generado cualquier otro gobierno, hemos generado 8,5 millones de nuevos puestos.
Los sueldos han aumentado en un cinco por ciento y en realidad, si bien sufriendo la inflación derivado de lo que está sucediendo en Ucrania, somos el país que menos inflación tiene”, sostuvo.
Son sus palabras, pero sus cifras no coinciden con la de Los Angeles Times según las cuales la inflación en Estados Unidos está por encima de la de Europa.
El diario señala que el incremento en los precios de la gasolina, los alimentos y el alquiler catapultó la inflación de junio en Estados Unidos a su mayor nivel en cuatro décadas, elevando la presión sobre los hogares.
Es posible que esto obligue a la Reserva Federal a elevar las tasas de interés, lo que a su vez encarecería los créditos.
El propio gobierno reconoce, escribió el periódico, que 9,1 por ciento es el mayor índice inflacionario anual desde 1981 y más que el alza de 8,6 de mayo. En cambio, en los 19 países de la eurozona fue de 8,6 en junio y de 8,1 en mayo.
Lo más golpeante en Estados Unidos es que los precios que más han subido son los de alimentos y bebidas, un 10 por ciento, y la gente de menores recursos se lo siente de manera muy aguda.
Los Angeles Times advierte que ese incesante aumento de la inflación ha provocado una fuerte caída en la confianza de los consumidores en la economía y ha hecho bajar los índices de aprobación de Biden en un año de elecciones legislativas.
De todo esto se desprende que la fuerte inflación mundial se deriva más que de la situación militar en Ucrania, de las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea a Rusia, agravada por la secuela que se arrastra de la pandemia de Covid-19. Una de sus víctimas es el euro que ya equiparó su valor con el dólar.
Como explica desde Moscú Juan Pablo Duch para La Jornada, es desmesurado el precio que se ven obligados a pagar los consumidores europeos por la energía eléctrica y por la gasolina, debido al incremento del precio del gas natural y del petróleo.
Se quiere castigar a Rusia pero los europeos acaban pagando más por todo y generan una inflación que se extiende a todos los ámbitos.
Al bloquear la importación de cereales rusos contribuyen a generar la amenaza de crisis alimentaria en el mundo. Es una verdad incontestable y define la mitad de lo que está pasando en el corto plazo, escribe.
El vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, advirtió hace unos días que un corte del gas ruso a Alemania podría llevar al país germano a una recesión y esto, a su vez, podría «arrastrar» al conjunto de la eurozona y extenderse al planeta como una mancha de aceite en el océano.
Esa parece ser la campana que quiso tañar López Obrador en la Oficina Oval, pero todo hace indicar que en su interior era neumática y su interlocutor no escuchó los badajazos.
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