Por Martín Almada
Reconocido activista y abogado de Derechos humanos, Premio Nobel Alternativo de La Paz de la Fundación Right Livelihood Award (2002). El artículo forma parte de un libro inédito.
Quisiera recordar un poco de historia. Evocar dos hechos importantes, de signo político contrario, protagonizados por las Fuerzas Armadas de Paraguay y que son indicativos del importante papel desempeñado por el estamento militar en nuestra historia.
Son dos proclamas que, aunque parezca que anuncian similares idearios políticos como democracia y respeto a los Derechos Humanos, en realidad resultan totalmente contrapuestas y proponen situaciones diametralmente contrarias.
1) La proclama democrática militar de la revolución del 8 de marzo de 1947, declarada por el gobierno revolucionario instalado en la ciudad de Concepción, y apoyada por militares liberales, socialistas (febreristas) y comunistas, convocaba a:
a) Normalizar el país para terminar definitivamente con el régimen de persecuciones, de ilegalidades y de desquiciamiento de las instituciones armadas a fin de asegurar, en primer lugar, libertades amplias y legalidad para todos los partidos políticos.
b) Limpieza efectiva de la institución policial y los mandos del ejército adictos a la dictadura.
c) Elecciones libres.
d) Y finalmente medidas contra la carestía de la vida y mejorar la aflictiva situación del pueblo.
Esta proclama respondía a la rebelión que se produjo en el país contra el gobierno del dictador Higinio Morínigo (1940-1948) y que provocó la división en el seno del ejército. Una parte de las Fuerzas Armadas adoptaron posiciones favorables al pueblo, con un programa de verdad democrático.
Pero fueron derrotados en agosto de aquel mismo 1947 por la parte corrupta del ejército y el Partido Colorado, y especialmente por la intervención del gobierno argentino de Juan Domingo Perón (primer mandato 1946-1955) y el apoyo de los Estados Unidos que veía con recelo la participación comunista (aunque era muy minoritaria) entre las fuerzas revolucionarias.
Alfredo Stroessner formó parte del sector de las Fuerzas Armadas contrarias a la revolución democrática, y a partir de entonces se consolidó la hegemonía plena del Partido Colorado y el poder de este coronel que protagonizaría una larga dictadura militar (1954-1989), apoyada por los Estados Unidos.
Estaba muy lejos de los principios democráticos del sector de las Fuerzas Armadas que se levantó en marzo de 1947.
PARA QUE TODO CONTINUARA IGUAL
2) La otra proclama es la inspirada por el general golpista Andrés Rodríguez el 2 y 3 de febrero de 1989, apoyada por militares stronistas colorados/conservadores y convocaba a:
a) Recuperar la dignidad de las Fuerzas Armadas.
b) Reunificación total del coloradismo en el gobierno.
c) Inicio de un proceso de democratización.
d) Respeto a los Derechos Humanos
e) Respeto a la religión católica.
Con esta proclama, incluyendo la idea de “ni vencedores ni vencidos”, el general Andrés Rodríguez (1989-1993) consolidó la tríada que había inaugurado Stroessner el 4 de mayo de 1954: Fuerzas Armadas/Gobierno/Partido Colorado.
Como en la obra “El Gatopardo”, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, algo cambió para que todo continuara igual. Así funcionarios y represores de la dictadura pasaron a ser, después del 3 de febrero de 1989, sin ningún problema, funcionarios de la democracia. No cambió la naturaleza corrupta del Estado, aunque variara aparentemente el régimen político.
La inacción del Estado para sancionar la tortura, cubriendo de impunidad su práctica, sostiene la utilización sistemática hasta la fecha de esa práctica por parte de las fuerzas de seguridad.
Somos conscientes que las Fuerzas Armadas no nos trajeron la democracia; lo que nos trajeron fue la impunidad. La democracia la conquistó el pueblo después de una larga lucha en las calles durante 35 años. Pero aún es una democracia imperfecta, con elementos de la antigua dictadura incrustados en ella.
Lilian Segovia, azafata de las Líneas Aéreas Paraguayas (LAP), recuerda que el 3 de febrero de 1989 fue convocada para un vuelo especial y urgente con vistas a llevar al general Alfredo Stroessner al Brasil.
Al despedirse, Stroessner dijo a los pilotos y demás miembros de la tripulación: “Suerte con el nuevo gobierno y apoyar a su nuevo presidente” (Diario Última Hora, Asunción, 15 de febrero de 1989). Esta afirmación hace pensar si no fue un autogolpe….
En conclusión, para poner fin a este proceso interminable de la transición con fachada democrática necesitamos que las Fuerzas Armadas estén al servicio del pueblo, como los militares de marzo de 1947.
Unas Fuerzas Armadas que dejen de traficar con el dolor del pueblo haciendo de la política un negocio y de estar al servicio de una minoría que siempre las corrompió e instrumentalizó para su beneficio. Los militares de la revolución de marzo de 1947 demostraron que esto es posible.
arb/ma