“Cuando el río suena es porque piedras y palos trae”, afirma un viejo refrán, que, ajustado a la realidad de esta nación africana, obliga a recordar lo sucedido en 1992.
Los primeros comicios multipartidistas, en septiembre de aquel año, terminaron en una confrontación: opositores al Gobierno rechazaron el resultado de la elección presidencial y declararon la continuidad de las hostilidades, lo que dio lugar a otros 10 años de guerra civil.
Todo estaría relativamente bien si los actuales llamados al civismo electoral tuviesen como único sustento el recuerdo de 27 años de guerra interna y el rechazo del pueblo a retroceder en el proceso de reconciliación nacional y el disfrute ya de 20 años consecutivos sin enfrentamientos armados.
Sin embargo, en meses recientes quemaron en Luanda un local del gobernante partido MPLA, lo cual fue atribuido a simpatizantes de la oposición, mientras dirigentes de otras fuerzas contendientes formularon denuncias públicas sobre ataques físicos y verbales, unidos a la destrucción de insignias propias.
Dentro de las redes sociales, hay un creciente tráfico de mensajes vinculados a la competencia de cara a las urnas, lo cual resulta lógico, pero en ese escenario digital también afloran expresiones agresivas.
La Asamblea Nacional (congreso unicameral) promovió ayer un debate sobre “el mantenimiento del orden y la seguridad pública antes, durante y después de las elecciones generales”, a propuesta del grupo parlamentario del MPLA.
Según opinaron los diputados, las votaciones del próximo 24 de agosto deberán ocurrir en un clima de paz y equidad, por lo que solicitaron a los candidatos la adopción de una postura patriótica mediante la promoción de actos cívicos.
En nombre de la bancada promotora del análisis, Serafim do Prado exhortó a fuerzas contendientes, así como a las instituciones públicas y privadas a abstenerse de incitar al pueblo y a sus militantes a la violencia o a la práctica del vandalismo.
«El que gana no gana todo y el que pierde no pierde todo, pero todos ganan con un proceso electoral cívico, pacífico y ordenado”, remarcó.
Para la diputada Amélia Judith Ernesto, del partido Unita, “un proceso electoral bien conducido, guiado por la equidad y la transparencia en cuyos resultados todos los competidores pueden verse, no representa mayor riesgo en términos de inestabilidad”.
Los temores en torno al mantenimiento del orden y la seguridad tras las votaciones “sólo se justifican porque la equidad y la transparencia no siempre fueron compañeras en este viaje”, alegó.
En opinión del legislador Lucas Ngonda, del FNLA, los sufragios del 24 de agosto serán una fiesta para la democracia y no deben representar una amenaza para la paz y la reconciliación nacional.
Por la coalición Casa-CE, el diputado Alexandre Sebastião André subrayó la necesidad de que los contendientes mantengan un discurso conciliador, para alejar la incitación al odio y la violencia.
Atendiendo a su responsabilidad, el Sindicato de los Periodistas Angoleños tomó cartas en el asunto: pidió a los profesionales de los órganos públicos y privados de comunicación social una postura ética, alejada de posibles sesgos para asegurar un reflejo plural y equilibrado del proceso.
Más de 14 millones 399 mil angoleños están convocados a ejercer su derecho al sufragio, entre ellos, 22 mil 560 residentes en el exterior, para seleccionar al presidente y vicepresidente de la República y a los 220 miembros del Parlamento, de cara a un mandato de cinco años.
En 2017 participaron en los comicios nueve millones 317 mil 294 ciudadanos y el escrutinio definitivo confirmó la victoria del MPLA con el 61,08 por ciento de los votos válidos, según las estadísticas oficiales.
A ningún angoleño, independiente de su filiación o simpatía política, le conviene un retroceso en la paz y la estabilidad del país, pues sería comprometer el desarrollo socioeconómico y la posibilidad de atender problemas acuciantes como la pobreza, heredada de la etapa colonial y los años de guerra.
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