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A 239 años del nacimiento del Libertador

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La Habana (Prensa Latina) “No aspiro otra gloria que a la consolidación… Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión de los pueblos…”, fueron las últimas palabras del Libertador Simón Bolívar en Colombia, el 10 de diciembre de 1830.

Por coronel ® Nelson Domínguez Morena (Noel)

Ocupó cargos de responsabilidad en los cuerpos de Seguridad del Estado de Cuba

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco expiró siete días después. El hacedor de pueblos nació el 24 de julio de 1783 y falleció el 17 de diciembre de 1830.

La idea de crear una gran nación cuya extensión abarcara lo que hoy es Latinoamérica venía desde Francisco de Miranda, quien ideó el nombre de Colombia para esa eventual nación.

Simón Bolívar, también, en la Carta de Jamaica (1815) expresó: «Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo en una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo.

“Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse”.

Y prosiguió: “¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo.

“Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración».

Esa premonición del Libertador llegó hacerse realidad 11 años más tarde y en el lugar evocado, con la constitución del Congreso Anfictiónico (en recuerdo de la Liga Anfictiónica de Grecia antigua) llevado a cabo en 1826 en el antiguo convento de San Francisco, hoy Palacio Bolívar en la ciudad de Panamá.

Ya El Libertador había insistido perentoriamente sobre la necesidad de unir en primer lugar a los pueblos que él liberara y que se enmarcaban en la denominada Gran Colombia, la cual abarcaba los actuales Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela.

Así como otros convocados y concurrentes a la cita: Perú, México, y las Provincias Unidas del Centro de América (que comprendía Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica).

A pesar del boicot intentado por los representantes de Washington, al menos el ideal de la unidad quedó patentizado, aunque no se materializó, dando lugar más tarde a la visionaria expresión antiimperialista de Bolívar en la Carta de Guayaquil:

“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias en nombre de la Libertad”.

HACIA UNA ALIANZA VERDADERA, LA CELAC

En lugar de la verdadera alianza, pretensión emancipadora de nuestros próceres que estuvo a punto de concretarse, la élite política de Washington impuso posteriormente la espuria Organización de Estados Americanos (OEA), fundada por los 21 países que el 30 de abril de 1948, durante la IX Conferencia Panamericana, suscribieron el Pacto de Bogotá.

Su precedente más inmediato fue la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas (llamada Unión Panamericana desde 1910), fundada en 1890 y que en 1948 se convirtió en Secretaría General de la OEA.

En 1962 la OEA, a la que el canciller cubano de la Dignidad, Raúl Roa, denominó Ministerio de Colonias Yankees, no pudo doblegar el espíritu de rebeldía que representó el primer país de América revelado contra sus designios, y expulsó a la revolucionaria Cuba de la membrecía.

Pero el ejemplo cubano, lleno de estoicismo, nacionalismo, antiimperialismo y valoración histórica, mostró el camino y más temprano que tarde surgieron en las sociedades latinoamericanas –el continente más desigual del mundo-, o por lo menos en varias de ellas, el avance de un pensamiento político más progresista, más apegado a la realidad de sus pueblos.

Surgieron así el Mercosur y el Caricom, pero lo más pretendido acerca de una quimera de carácter político lo fue la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la alianza ALBA, pero ambos mecanismos limitados a marcos regionales estrechos.

Posteriormente, después de designios, amagos y reuniones preparatorias, al fin se vislumbró el reto mayor, la consolidación de la “Patria Grande” desde México hasta la Patagonia con el Caribe incluido, la visionaria intención de hace 196 años de Bolívar quedó establecida la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Fue constituida el 23 de febrero de 2010, en ocasión de la celebración de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe en Playa del Carmen, Rivera Maya, México, y puesta en funcionamiento el 3 de diciembre de 2011 durante la Cumbre de Caracas.

De hecho, constituyó la primera organización continental verdaderamente latinoamericana propia, sin injerencias monopolistas e imperiales; no pocos la vieron como el fin de la OEA, la gran victoria del Libertador.

La Celac tendrá que colaborar para conseguir el gran desafío que constituye “la segunda y definitiva independencia” de la región, eliminando además la contradicción de que un foro entre los países latinoamericanos tenga su sede en Washington, Estados Unidos, como ocurre actualmente con el organismo interamericano.

Latinoamérica dispone de las reservas, ahorros y de la liquidez necesaria para vencer obstáculos y financiar su propio desarrollo, y esto le puede servir para alejar a los bancos centrales de los países sudamericanos de las instituciones financieras internacionales; era el pensamiento de Rafael Correa, el expresidente de Ecuador.

En su opinión, esas instituciones «dificultan la independencia de las finanzas de la región, al enviar reservas al exterior», y criticó al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) porque a pesar de ser una entidad regional, obliga a aceptar la revisión de cuentas del Fondo Monetario Internacional.

Corresponderá por tanto a los pueblos y sus líderes políticos en el poder, priorizar y llevar a vías de hecho la verdadera independencia en el momento trascendental que se vive.

Esto sin dudas posibilitará cumplir con la eliminación del acertijo del Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, cuando emplazó: “Cuanto Bolívar dejo sin hacer en América esta sin hacer hoy todavía”.

arb/ndm

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