Autoridades locales y del gobierno federal presentes en el lugar del accidente inspecciones los trabajos día y noche, los cuales no se han detenido ni un segundo desde que se tuvo noticias de la tragedia y más de 300 personas y numerosos equipos participan en el salvamento.
Es difícil saber si están vivos pues no hay comunicación con ellos y el pozo tiene todavía 30 metros de agua en una profundidad de 57 por la que tendrían que bajar los rescatistas cuando se achique un poco más.
Por otra parte, el tiempo actúa en contra aliado con la inundación, y ya los mineros llevan en esa situación desde el miércoles y sin conocerse su estado.
Aunque casi una veintena de bombas están en uso para achicar la inundación y se han cerrado algunas entradas de agua, todavía hay filtraciones, indicaron amargamente los especialistas y socorristas, mientras crece la desesperación de los familiares acampados alrededor del pozo sin moverse de allí.
El presidente Andrés Manuel López Obrador está al tanto de los trabajos minuto a minuto y da ánimo a los angustiados familiares.
Mientras, el subsecretario de la Defensa Nacional, general Agustín Radilla, y la coordinadora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez, informan cada media hora de la situación, pero el pozo sigue inundado.
Ambos dijeron que es indispensable reducir el nivel del agua en la zona del incidente para estar en condiciones de permitir el ingreso seguro del personal especializado en búsqueda y rescate. La complejidad se da en que sigue filtrando agua a la bocamina, por lo que analizan de dónde proviene para intentar bloquearla.
Javier Martínez, delegado en Coahuila del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, reconoció que es muy complicado que puedan salir con vida pues depende de la fuerza con que corrió el agua, el lodo que arrastró la corriente, si se derrumbaron las estructuras de madera que sostenían las paredes y si los obreros lograron ubicarse en algún espacio seguro.
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