En los inicios, las llamativas figuritas reproducían solo pájaros, cigüeñas, pollos, vacas y otros animales para ritos de adoración; mas, con el paso del tiempo y para satisfacer las demandas del mercado fue necesario dar vida a personajes de cuentos de hadas y cómics, flores y tantas otras representaciones como fueran capaces de imaginar.
Un peine con empuñadura, un puñado de palillos de bambú y un trozo de cera de abejas son herramientas suficientes para que las hábiles manos de los artesanos del “to he” logren la maravilla de convertir, en apenas unos minutos, una masa coloreada de harina de arroz y arroz glutinoso en deslumbrantes figuras que cautivan a los más chicos.
Los nuevos tiempos modificaron también las formas de elaboración de estos juguetes, que ya no se colorean con el azafrán o cúrcuma para conseguir el amarillo, el rojo de la fruta gac (Momordica cochinchinensis), el negro de las yerbas nho noi (Eclipta prostrata) y el azul de las hojas de añil o galanga.
Hoy se utilizan colorantes comestibles para, según afirman algunos de sus creadores, hacerlos más convenientes y que el producto sea más fresco y hermoso.
Y aunque son celosos de su receta, igualmente se animan a recomendar que para hacer figuras perfectas es de mucha importancia hervir la harina de arroz al vapor para que sea más flexible y estar atentos al factor meteorológico, pues en invierno esta seca más rápidamente que en verano.
Xuan La, considerada la cuna de los “to he”, es una de las más de cinco mil 400 Aldeas de Oficios Tradicionales, estructuras socioeconómicas y culturales tradicionales de Vietnam, que durante siglos han jugado un importante rol tanto en el desarrollo del país como en la preservación de sus valores y riquezas culturales.
(Tomado de Orbe)