La primera escala del viaje –que comenzó el 5 de agosto- fue Japón, para asistir a las conmemoraciones en Hiroshima, ciudad que, como Nagasaki, sirvió de escenario de prueba del primer ataque atómico en la historia de la humanidad.
Guterres honró allí no solo a las víctimas de las bombas lanzadas por Estados Unidos en ambas ciudades japonesas sino también de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y reiteró la urgencia de eliminar el peligro nuclear.
Según datos de las Naciones Unidas, en la actualidad hay casi 13 mil armas nucleares en los arsenales a nivel global, todo ello en un momento en el que los riesgos de proliferación aumentan y las barreras para evitar la escalada se debilitan.
Durante su estancia en Japón, Guterres se reunió con las máximas autoridades de ese país y con un grupo de sobrevivientes de la tragedia atómica (hibakusha).
Los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki fueron ordenados en 1945 por Harry S. Truman, el entonces presidente de Estados Unidos.
En opinión de historiadores los explosivos, lanzados el 6 de agosto de ese año en Hiroshima y tres días después, el 9, en Nagasaki, constituyeron enormes actos de terrorismo, indudables crímenes de guerra.
Solo en Hiroshima murieron unas 140 mil personas de una población estimada en 350 mil habitantes, mientras que en Nagasaki perdieron la vida alrededor de 74 mil residentes en esa ciudad.
El uso de armas nucleares contra Hiroshima y Nagasaki causó una catástrofe humanitaria única en la historia y “anunció el comienzo de una nueva era en la que la humanidad podría provocar su propia extinción”, enfatizó Guterres en un mensaje.
Alertó sobre el peligro que representa el actual conflicto entre Rusia y Ucrania, lo que “nos recuerda que estamos, en cualquier momento, a pocos minutos de una posible aniquilación”.
De Japón, el máximo representante de la ONU se trasladó a Ulán Bator, capital de Mongolia, donde expresó que en un planeta con dramáticas divisiones geopolíticas y en el que los conflictos proliferan por doquier, ese país -como zona libre de armas nucleares- es un ejemplo a seguir.
«Sólo hay una manera de estar absolutamente seguros de que una guerra nuclear es imposible», dijo Guterres, «y esa manera es si no hay armas nucleares».
Guterres se reunió con el presidente mongol, Khürelsükh Ukhnaa, y con otros altos funcionarios, con los que habló de la situación geopolítica de la región, de los retos a los que se enfrenta Mongolia como país sin salida al mar, y de los esfuerzos para hacer frente al cambio climático.
También participó, junto con jóvenes y personal de mantenimiento de la paz, en un acto por la campaña «Mil millones de árboles» de Mongolia, cuyo objetivo es mitigar los efectos del calentamiento global y la desertificación.
El último punto del periplo asiático fue la República de Corea, donde este viernes Guterres tenía previsto reunirse con el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol.
Un denominador común en los mensajes del secretario general fue que, en estos tiempos de altas tensiones y bajos niveles de confianza, hay que extraer las lecciones de Nagasaki: el desarme, la reconciliación y la búsqueda de la paz son el único camino a seguir, por el bien de todos.
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