Las pandillas se enfrentaron a muerte durante los primeros días de julio por el control del extenso barrio de Cité Soleil, situado al norte de la capital y que desde hace años se encuentra bajo la influencia de bandas.
Después, la guerra se trasladó a Bel Air, a escasos metros del Palacio Nacional, la sede del Ejército y del Tribunal de Casación, la mayor instancia judicial.
“Ningún lugar es seguro en Haití”, dijo a Orbe Suze Pierre-Louis, una de las desplazadas por los conflictos en Croix des Bouquets, al noreste de la capital. Junto a sus dos hijos tuvo que huir en abril cuando los choques hostiles entre 400 Mawozo y Chen Mechan dejaron más de 200 fallecidos, cerca de la mitad de ellos civiles.
La semana pasada otro grupo que opera en Laboule 12, un barrio acomodado de Puerto Príncipe, asesinó y luego quemó el cadáver del exsenador Yvon Buissereth. Se estima que el exparlamentario viajaba hacia el sur por una ruta alternativa que hoy constituye paso obligado, luego de que las pandillas asumieron el control de Martissant.
Organizaciones de derechos humanos denunciaron que las bandas actualmente controlan más del 30 por ciento de la capital, lo cual amenaza la vida de cientos de miles de personas.
Durante los enfrentamientos de julio, unos 300 mil residentes de Cité Soleil quedaron sin acceso a agua, alimentos o servicios de salud, mientras las pandillas impidieron la entrada de los trabajadores humanitarios.
“Los grupos armados tienen cada vez más potencia, armas y municiones y gozan de mayor impunidad. Forman parte de una pugna interna entre la extrema derecha, de ahí los enfrentamientos entre pandillas”, señaló el analista Camille Chalmers.
En medio del complejo panorama, la situación de inseguridad agudizó la crisis económica y alimentaria que padecen más de 4,3 millones de haitianos. Mientras tanto, las dos principales fuerzas políticas abandonaron el diálogo pese a la necesidad urgente de alcanzar un consenso nacional para la estabilidad. La comunidad internacional –que reconoció recientemente el fracaso de sus 20 años de intervención en el país – permanece muda.
(Tomado de Orbe)