Como expresara el secretario general de la ONU, António Guterres, al inaugurar la reunión el pasado 1 de agosto, existe una coyuntura crítica para la paz y seguridad colectivas.
Recordó que la cita se retrasó a causa de la situación que generó la pandemia de la Covid-19, “pero su importancia y urgencia no han disminuido”.
La crisis climática, las graves desigualdades, los conflictos y las violaciones de los derechos humanos, así como la devastación personal y económica causada por la pandemia, “han sometido a nuestro mundo a la mayor tensión afrontada en nuestras vidas”.
Y esto ocurre en un momento de peligro nuclear no visto antes desde el apogeo de la Guerra Fría, añadió al instar a la comunidad internacional a reforzar los acuerdos sobre desarme y no proliferación nuclear.
Durante todos estos días, la Conferencia, que tiene un carácter quinquenal, trató de analizar la evolución del TNP, considerado un instrumento esencial en la lucha por evitar la expansión de tales artefactos y avanzar por el camino del desearme.
Abierto a la firma en 1968, entró en vigor en 1970. Desde entonces ha sido la piedra angular del régimen mundial de no proliferación nuclear.
Un total de 191 Estados partes ratificaron el Tratado, incluidos los poseedores de armas nucleares, lo que convierte al TNP en un acuerdo multilateral con compromiso vinculante y con mayor número de adhesiones.
Actualmente existen más de 13 mil armas nucleares en los arsenales de todo el mundo y como bien advirtiera Guterres “no hace falta más que un malentendido o un error de cálculo para desencadenar el exterminio nuclear».
Una catástrofe de esa naturaleza conllevaría “no solo muerte y sufrimiento a una escala horrorosa, sino el final de la vida en la Tierra”, sentenció el titular de la ONU.
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