Por Pierre Lebret
Politólogo, latinoamericanista y especialista en cooperación internacional. Colaborador de Prensa Latina.
Esta etapa representó para Latinoamérica y el Caribe grandes retrocesos en términos de lucha contra la pobreza, la desigualdad y el cambio climático.
La represión y la violación a los derechos humanos fueron el denominador común de esos gobiernos para “responder” a los movimientos y actores sociales que solo clamaban por más justicia social y protección del medioambiente.
Pero hoy vuelve la izquierda. Hay ejemplos donde las fuerzas progresistas se articularon desde la diversidad, acordándose sobre lo fundamental, negociando lo secundario, para avanzar juntos. Los progresistas del mundo tenemos el deber de mirar a Latinoamérica con interés para poder seguir construyendo sociedades más democráticas y justas.
Llevamos varios años hablando del debilitamiento de la democracia, de la pérdida de confianza hacia las instituciones, de la desconexión entre los que ejercen la política y los pueblos.
CAMBIAR LA VIDA
La nueva generación que llega quiere devolverle a la política toda la fuerza que debe caracterizarla, y a la juventud la posibilidad no solo de soñar. El eslogan programático de la izquierda francesa poco antes de la elección de 1981 era “Changer la vie” (cambiar la vida).
De eso se trata, cambiar la vida de millones de ciudadanos.
Ese es el sentido al cual nos convocan los nuevos gobiernos progresistas de la región. Ejercer la política con empatía y medidas concretas, desarrollando políticas públicas acorde a las necesidades de todos. Aquello, sin menospreciar los movimientos sociales, apoyándolos y con el oído atento.
Es cierto que los gobiernos progresistas se encuentran en un contexto económico adverso y un escenario global incierto e inestable. Una etapa muy distinta a la que los analistas llamaban la “década ganada”, una época donde coincidieron gobiernos de izquierda y el periodo de bonanza debido a la alza de precios de las materias primas al inicio de los 2000.
También es cierto que nuestra época nos llama a estar en alerta ante los intentos de ciertos actores de fabricar «fake news» para provocar confusión y socavar nuestros sistemas democráticos.
INTEGRARSE Y RECONSTRUIR UNA VOZ COMÚN
Nuevamente podemos observar una convergencia en las ideas a nivel regional. Una sinergia política útil para instalar las bases de una integración sostenible. Integrarse y reconstruir una voz común en el concierto internacional será provechoso para los intereses de los pueblos de la región.
Esto pasa por reimpulsar las iniciativas regionales, con fuerza política y decisiones colectivas, sin olvidar reforzar las instancias de intercambio y trabajo de la mano de la sociedad civil para que esta pueda empoderarse e identificarse con los procesos de integración.
No es posible que en cada elección se pongan en juego avances logrados. La integración política, económica y cultural es sin duda la mejor aliada para frenar a los que intentan normalizar la pobreza, la desigualdad, la violencia y las tentativas de retorno al autoritarismo.
América Latina y el Caribe no están condenados a seguir con las venas abiertas. El futuro de las próximas generaciones no puede verse comprometido por la inoperancia climática, la desigualdad y el conflicto.
La llegada de Gustavo Petro en Colombia y Gabriel Boric en Chile, y pronto –esperamos- la de Lula en Brasil, son buenas noticias para poder enfrentar los múltiples desafíos que tiene la región.
Muchos nos sentimos identificados con las palabras del presidente de Chile cuando expresó en el Palacio de Nariño que “el corazón latinoamericano empieza a latir”.
arb/pl