Hay mucho mar de fondo en la decisión tomada por el líder del Partido Acción Nacional (PAN), Marko Cortés, y el del Revolucionario Democrático (PRD), Jesús Zambrano, bajo el argumento de que la propuesta del Revolucionario Institucional (PRI) que lidera Alejandro Moreno, de extender hasta 2028 la actuación policial del Ejército, es militarizar el país.
Curiosamente los tres dirigentes usan el mismo argumento de que la Guardia Nacional, organización cívico-militar creada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para sustituir a la ineficiente y corrupta policía federal, no ha cumplido el objetivo de pacificar el país.
Por ese motivo, señalan el PAN y el PRD, los soldados deben regresar a los cuarteles en 2024 y la Guardia Nacional no estar al abrigo de la Secretaría de Defensa Nacional, como quiere el gobierno y para lo cual propuso una reforma constitucional rechazada en Diputados al no contar con mayoría de dos tercios.
El PRI plantea lo mismo, pero difiere en cuanto a retirar al ejército de las calles y encerrarlo en los cuarteles, y propone en cambio una prórroga hasta el 2028, con lo cual se acerca a la iniciativa de López Obrador, lo cual no es del agrado de sus aliados.
Aunque no en tono muy subido, esas discrepancias, como ha señalado en sus conferencias de prensa López Obrador, muestran antagonismos reales, aunque no irreconciliables, de una alianza desnaturalizada por la esencia e historia de cada uno de esos partidos.
Pocos imaginaron que la tradición izquierdista con la que surgió el PRI y su gran historia, sobre todo en épocas de Lázaro Cárdenas, quien en 1938 nacionalizó el petróleo, y de Adolfo López Mateo, que hizo lo mismo en 1960 con la electricidad, se rompería al aliarse con el PAN creado para oponerse a ambas acciones de soberanía.
El PRD, por su parte, surgió de una izquierda mexicana más ortodoxa, como una cuña entre aquellos dos, pero al final fue absorbida por ambos partidos y hoy no es ni la sombra de lo que fue.
El PAN tomó fuerzas en 2000 sobre las debilidades del PRI y logró ganar la presidencia con Vicente Fox quien le entregó el batón de relevo a Felipe Calderón en 2006 cuando entre ambos le robaron las elecciones en 2012 a López Obrador, como este relata.
Ya era fuerte entonces la alianza entre los dos partidos en lo que la sabiduría popular calificó del PRIPAN, y fue allí cuando aumentó en muy alto grado la verdadera y terrible militarización de México, y en particular la violencia criminal contra la cual ahora se rasgan las vestiduras sus culpables, como denuncian líderes de Morena.
Lo asombroso es que el PRIPAN entregó al capital extranjero el petróleo y la electricidad recuperados por el PRI para la nación, en una seguidilla de prebendas a empresas como la española Iberdrola entre otras muchas, iniciadas por Fox, aumentadas por Calderón e intensificadas por Enrique Peña Nieto, dentro de un régimen altamente militarizado.
Sin embargo, ya en los prolegómenos de las elecciones de 2024 y ante los fracasos electorales regionales tanto del PAN como del PRI, y en general de la alianza Va por México, hay que pensar que la coalición hará todo lo posible por no desmembrarse.
Hasta ahora es una suspensión, no una ruptura, y puede ser que incluso ni siquiera se concrete en el Congreso donde está en debate una reforma electoral presentada por el Ejecutivo la cual rechazan con fuerza los tres partidos.
Existe entre ellos un pacto para bloquear todas las propuestas del gobierno, lo cual pueden lograrlo en materias que requieran mayoría calificada que no tiene el oficialismo y la cual solo conseguirían con apoyo de la bancada del PRI, como podría ser el caso de la Guardia Nacional.
Esta es, también, un arma que los priístas pudieran usar a conveniencia tanto para sus relaciones con el PAN como en las negociaciones con Morena.
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