Este “milagro”, asociado al pujante desarrollo nipón de posguerra, se caracterizó por una transformación industrial y tecnológica sin precedentes, sustentada en el fuerte intervencionismo del Estado a favor de las empresas, el apoyo estratégico de Estados Unidos y un favorable contexto histórico.
“Entre 1950 y 1953, la Guerra de Corea provocó un aumento de la demanda de productos japoneses (compras especiales de guerra) por parte de Estados Unidos lo que ayudó al país asiático a salir de la recesión y superar niveles económicos previos a 1945”, explicó a Prensa Latina el doctor en ciencias Yasuhiro Tokoro, profesor de la Universidad de Meiji.
“En esa etapa y durante la década de 1960 se realizaron inversiones de capital en la industria pesada y química como la siderúrgica y la de maquinaria, además creció considerablemente la demanda interna”, mencionó.
“Mediante un método de gestión denominado Kaisen, Japón automatizó sus procesos de producción y aplicó severas medidas de reducción de costes. A la vez, promovió el desarrollo de nuevos productos de alta calidad, entre los cuales destacaron electrodomésticos y automóviles”.
Esta estrategia mejoró notablemente la competitividad de las exportaciones y logró en los años posteriores a 1970 un crecimiento económico elevadísimo, al punto de pensar en “Japón como Número 1”, precisó el catedrático.
El país pasó de importar tecnología a exportar sus propias y mejoradas innovaciones, con un amplio predominio que llega hasta la actualidad en los mercados de automotriz, informática, electrónica y robótica.
Para lograr el “milagro”, el gobierno nipón supo priorizar las industrias estratégicas e incentivar la producción mediante el mejoramiento del sistema financiero, el aseguramiento de las rutas de adquisición de materias primas, el desarrollo de la infraestructura de producción y distribución, así como el aseguramiento de los mercados de exportación.
En declaraciones a Prensa Latina, el Profesor Emérito de la Universidad Tecnológica de Tokio, Masahiro Kudo, destacó que el superávit de la balanza de pagos internacional y la adquisición de divisas son las bases que sustentaron la producción y la inversión japonesas.
“El gobierno decidió establecer una gestión económica que combinara la dependencia de las exportaciones y el principio de las grandes corporaciones como pilar de su política económica. El resultado es un crecimiento continuo de más del 10 por ciento anual desde la década de 1950 hasta principios de la de 1970”, concluyó.
Por otro lado, el impulso a las grandes corporaciones se realizó a través de un apoyo fiscal y financiero desproporcionado, como el gasto en obras públicas y tasas impositivas reducidas, acotó Kudo.
El florecimiento económico propició a la par profundas transformaciones sociales que elevaron indicadores de bienestar como la esperanza de vida, mientras disminuían la mortalidad infantil y el desempleo.
“Se formó una estructura de ciclo virtuoso expansivo, en la cual aumentaban el empleo, los ingresos y el consumo, amparada por la expansión de la producción y la inversión de capital”, remarcó Kudo.
Durante los años de la posguerra, el movimiento obrero conquistó el empleo vitalicio y el salario por antigüedad.
Esto, a su vez, consagró un modelo neofeudal sustentado en una relación paternalista de los empleadores con sus trabajadores, quienes, a cambio, colocaban a la empresa por encima de sus intereses personales, como guerreros samuráis del siglo XX.
Tal cambio convino a la acumulación del capital, en tanto contribuyó a las estrategias de inversión a largo plazo de las empresas.
Los gastos en seguridad social fueron muy bajos, gracias a una población mayoritariamente joven.
Esta lozanía permitió explotar al máximo la abundante mano de obra, con largas jornadas laborales poco remuneradas, respecto al enorme caudal de ganancias que fluía de la producción expandida y el consecuente aumento de las exportaciones.
Inmediatamente después de la guerra se abolieron los grandes grupos empresariales llamados Zaibatsu, que a juicio de Estados Unidos eran el principal sostén del militarismo nipón.
También se produjo la desmilitarización del país y la desmovilización del ejército, así como el cierre de las fábricas de material bélico y la adopción de una nueva constitución (1946) que renuncia para siempre a la guerra, lo cual propició un ahorro considerable, al eliminar los gastos en defensa.
De los esfuerzos belicistas previos al fin del conflicto quedó la gestión de toda la manufactura pesada, junto a la experiencia en temas de organización industrial y formación de recursos humanos.
ESTANCAMIENTO
Entrada la década de 1980 la floreciente economía japonesa cayó en un largo periodo de estancamiento.
Al respecto, el profesor Yasuhiro Tokoro destacó que las exportaciones de productos japoneses provocaron graves fricciones comerciales con Estados Unidos, así como entre Japón y Europa.
“A medida que Tokio aumentaba su superávit comercial, los países occidentales presionaban para que subiera el tipo de cambio del yen y se ampliara el consumo nacional con el fin de reducir las exportaciones niponas”, subrayó.
El experto aseguró que la presión externa logró sus objetivos a mediano y largo plazo. Las medidas para expandir la demanda interna en respuesta a la apreciación del yen desencadenaron burbujas en los costos de la propiedad y de las acciones.
“Asimismo, las empresas japonesas pidieron prestadas grandes cantidades de dinero, utilizando el aumento de los precios de los activos como garantía. Esto provocó un fuerte aumento de la inversión de capital nacional y reforzó la competitividad internacional”, enfatizó.
Estados Unidos lanzó un grupo de leyes destinadas a corregir el desequilibrio comercial con Japón, que exigían, entre otros aspectos, compensar las importaciones desde la nación norteamericana y adoptar medidas arancelarias de represalia.
“Estas amenazas y presiones estadounidenses perjudicaron a Japón, que no pudo seguir aumentando su superávit comercial y se vio obligado a reestructurar la estrategia de crecimiento económico basado en las exportaciones”, acentuó Tokoro.
NÚMEROS EN ROJO
Actualmente, la tercera economía del mundo enfrenta números en rojo. La pandemia de la Covid-19, la elevada cotización de los recursos energéticos, la depreciación del yen y la inflación figuran entre los principales obstáculos que Japón intenta sortear en su camino a la recuperación.
El gobierno del primer ministro Fumio Kishida acude a las reservas estatales para paliar el alza de los precios mediante subsidios.
“Con la economía estancada y los ingresos fiscales estancados, los subsidios, sin dudas, asestarán un nuevo golpe a las finanzas nacionales de Japón, cuyas deudas acumuladas superan el 200 por ciento del Producto Interno Bruto y siguen al alza”, enfatizó el profesor Kudo.
“El Banco de Japón (BOJ) apoya el déficit fiscal con la suscripción ilimitada de bonos del gobierno. Mientras este sistema continúe no podemos esperar consolidación fiscal, reducción de la carga pública y una rápida revitalización de la economía japonesa”, ponderó.
Por su parte, el profesor Tokoro analizó que, si la capacidad de su país para obtener ingresos en el extranjero disminuye en el futuro y cae en un déficit por cuenta corriente, también tendrá que depender de los inversores foráneos para comprar bonos del Estado.
“Si esto ocurre, los inversores extranjeros exigirán tipos de interés más altos, lo cual podría aumentar los pagos de intereses del Gobierno”, resaltó.
El especialista de la Universidad de Meiji abordó otras cuestiones preocupantes respecto al gasto público como el envejecimiento poblacional y la disminución de la natalidad.
“Hay una tendencia creciente a aumentar el ahorro en la medida de lo posible, principalmente debido a la preocupación por la seguridad social, las pensiones y los costes médicos, con lo cual es poco probable que el aumento del déficit presupuestario y del gasto estimule la demanda interna y el consumo”, señaló.
“Como será difícil reducir la magnitud del gasto, que se ha ampliado debido a las medidas Covid-19, es posible que en el futuro se inicien debates sobre el aumento del impuesto sobre el consumo. Un escenario así haría que la gente se abstuviera de comprar y se deprimiría aún más la demanda interna”, destacó.
En medio de las complicaciones para la economía nipona crece el déficit comercial, registrado alrededor de los 1,44 billones de yenes (10,700 millones de dólares) el pasado julio. Japón, un país de pocos recursos naturales, compra más de lo que vende y más caro, debido a su moneda devaluada y a los precios exaltados fuera de sus fronteras.
“Convergen además otros factores estructurales como el traslado hacia el extranjero de la producción de empresas japonesas, activo desde la década de 1990, así como una disminución de la competitividad de las exportaciones debido al auge de los países emergentes”, aseguró Kudo.
“El vaciamiento de la producción y la industria nacionales tiene como resultado las reimportaciones, principalmente desde Asia. Mientras el superávit de la balanza comercial de Japón se reduce, el superávit de la balanza de transferencias procedente de los ingresos por inversiones extranjeras crece”, mencionó Tokoro.
La tendencia deficitaria inició en 2011 con el cierre de las centrales nucleares tras el Gran Terremoto y Tsunami del Este de Japón, que obligó a aumentar las importaciones de petróleo.
A juicio de Tokoro, el superávit de la balanza por cuenta corriente compensa el déficit comercial con los ingresos de la inversión extranjera (directa y en valores), lo que significa un cambio de la estructura económica japonesa “impulsada por las exportaciones” a otra “impulsada por los ingresos extranjeros”.
EL NUEVO CAPITALISMO DE KISHIDA
Salir del molesto y prolongado estancamiento, que hizo retroceder la economía nipona del segundo al tercer puesto en 2010, detrás de Estados Unidos y China, ocupa espacio priorizado en la agenda gubernamental.
Kishida, al frente del Ejecutivo desde 2021, impulsa una iniciativa denominada “Nuevo Capitalismo” que busca oxigenar el panorama económico a partir de la inversión en recursos humanos, ciencia, tecnología e innovación, empresas emergentes, así como medio ambiente y entorno digital.
Un pilar importante del “nuevo capitalismo” es el círculo virtuoso de crecimiento y distribución que propone, casi idéntico al concebido en el paquete “Abenomics” de Shinzo Abe, en tanto ambas opciones apuntan primero al crecimiento, aseveró Tokoro.
Los dos expertos entrevistados coinciden en lo acertado del plan de Kishida, al tiempo que dudan de su efectividad.
“Señala la distorsión de la distribución como una de las causas del estancamiento de la economía japonesa y busca corregirla. No obstante, hasta el momento no se han propuesto medidas específicas para lograrlo”, refirió Kudo.
Durante las elecciones presidenciales de 2021, el Primer Ministro propuso alejarse de las políticas neoliberales y reforzar la redistribución de la renta a partir de un aumento de los impuestos sobre los ingresos financieros de los ricos, introdujo Tokoro.
“Algunos creían que esto haría avanzar los esfuerzos para reducir la desigualdad, pero no se incluyó en el plan de implementación del nuevo capitalismo en junio pasado”, argumentó.
“Ya se elevó el salario mínimo que es uno de los objetivos de Kishida, pero la cantidad está lejos de aumentar los ingresos y corregir la distorsión en la distribución de la riqueza”, insistió Kudo.
El gobierno de Abe hizo en su momento un llamamiento al sector privado para que subiera los salarios sin ningún resultado.
Incluso cuando «Abenomics» propició la debilidad del yen a favor de las empresas exportadoras, estas se limitaron a acaparar los beneficios retenidos y no los retribuyeron a sus empleados, rememoró Tokoro.
Para eliminar la incertidumbre de la gente sobre su futuro, sustento Kishida, tendrá que presentar una visión socioeconómica a largo plazo y una política de seguridad social.
De lo contrario, será difícil que crezca el gasto de los consumidores y que la economía japonesa vuelva a alcanzar un crecimiento significativo, sentenció.
Al final, el actual Gabinete opera la economía como sus predecesores, confiado en las medidas de flexibilización monetaria del BOJ. Si se reproducen las experiencias anteriores veo pocas perspectivas reales de revitalización, concluyó Kudo.
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