Como todos los años será el escenario central de la conmemoración más importante de México que se inicia mañana en la noche con el tañer de la campana original tocada por el cura Miguel Hidalgo en la iglesia de Dolores en Guanajuato para proclamar la independencia aun antes de conquistarla, lo que ocurrió 11 años después.
En realidad, el Grito fue la convocatoria a la guerra por la independencia que se inició al día siguiente, el 16 de septiembre de 1810, y esta no se logró hasta el 27 de septiembre de 1821, de allí que en el desfile militar del Zócalo a Campo de Marte se invoque al ejército trigarante que selló la victoria.
Después de dos años sin una ceremonia presencial y sin la tradicional fiesta popular en la plaza, este año se realizará en toda su magnitud y esplendor de forma presencial, lo cual explica el fuerte aseguramiento desde este mismo miércoles, con tres mil policías desplegados en el centro histórico.
El secretario de Gobierno capitalino, Martí Batres, destacó que se esperan cientos de miles de asistentes en el Zócalo para asistir al Grito que lanzará el presidente desde el balcón central del Palacio Nacional y el posterior concierto del grupo Los Tigres del Norte.
Normalmente los presidentes se apegan al ritual que se realiza desde 1896 cuando la campana, cuyo nombre es el Esquilón de San José, fue sacada de la torre de la Iglesia de Dolores e instalada en el balcón presidencial.
El mandatario se presenta en el patio de honor del Palacio poco antes de las 11 de la noche del 15, sube los 53 escalones de una escalera hasta la Galería de los Presidentes, de allí al despacho presidencial donde le colocan la banda tricolor en el pecho.
Luego cruza el Salón de Acuerdos y la biblioteca, ingresa al Salón Azul donde saluda a los invitados especiales (López Obrador ha obviado ese paso), cruza otros cuatro salones: el Verde, el Morado, el Embajadores y el de Recepciones.
Allí una escolta de cadetes le entrega la bandera nacional, y con ella en manos sale al balcón central, tañe la campana y da el Grito que puede tener hasta más de 20 vivas a los próceres citados por su nombre.
Son casi obligatorias numerosas menciones a la patria y cada presidente añade consignas propias, pero se obliga a concluir con tres contundentes ¡Viva México! que es coreado por la multitud.
Empieza allí la fiesta con los juegos de artificios en los frontales de los edificios de la plaza y el cielo se ilumina con una pirotécnica ingeniosamente elaborada.
No se permite la ingesta alcohólica, pero la gente se las arregla para incluirla en una fiesta pletórica que no amanece solo por el hecho de que en la mañana comienza a ser ocupado el Zócalo por los militares para el desfile.
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