“Ni perdón ni olvido a estos traidores y vendidos”, afirma el mensaje, que antecede a la “nómina de intolerancia”, como la calificó el vocero al referirse en declaraciones a la prensa al listado de 33 personas de diversas tendencias políticas, funcionarios públicos y profesionales.
Richter subrayó en La Razón Radio que la integridad física de muchos de ellos ahora está en peligro y que el objetivo de esas listas es “instalar el miedo”.
Al respecto, la Agencia Boliviana de Información recuerda que durante la ejecución del golpe de estado “blando” en octubre y noviembre de 2019, circuló una “lista de traidores” en Bolivia y desembocó en el pillaje de viviendas de al menos 12 autoridades estatales, de algunos activistas e incluso periodistas en La Paz, El Alto, Cochabamba y Potosí.
En aquellos momentos el expresidente de la Cámara de Diputados Víctor Borda confesó al presentar su renuncia que los “golpistas” tomaron como rehén a un miembro de su familia, lo llamaron por teléfono y lo obligaron a dimitir.
Describió que escuchaba por el celular los gritos de dolor de su familiar mientras era golpeado, y le enviaron fotografías con un arma de fuego en la cabeza.
La publicación recuerda que ese tipo de listados circularon en Bolivia entre fines del siglo XVIII y principios de la República en el XIX con el objetivo de provocar la deshonra de los adversarios políticos y colocarlos bajo extremo peligro.
Advierte que en Alemania el Partido Nazi desarrolló también una maquinaria propagandística que difundía mentiras sobre sus opositores, los judíos y la necesidad de justificar la guerra.
En Latinoamérica, las dictaduras militares de fines de la década de 1960 y la de 1970 fomentaron un aparato comunicacional que difundió “listas negras” de intelectuales y artistas como Julio Cortázar y Mercedes Sosa.
Tras el triunfo del Movimiento al Socialismo en Bolivia, durante las deliberaciones de la Asamblea Constituyente que redactaba en 2007 una nueva carta magna, una lista de “traidores a Sucre” y “enemigos de Chuquisaca” provocó una verdadera cacería de brujas.
Esas relaciones fueron difundidas en los mercados, plazas públicas, facultades universitarias, las terminales de buses y aeroportuarias.
Como resultado, la casas de algunos de los incluidos en esos listados de terror resultaron saqueadas e incendiadas.
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