Lo dejó para el final de informe, y lo definió como Humanismo de México, y con ello deben terminar las que desde hace casi 20 años se ciernen sobre su prédica y propósitos del Movimiento de Regeneración Nacional, del cual salió el nombre de Morena.
Fue desde aquella lejana época un ideólogo comunista, socialista, trotskista, revisionista, peligroso cristiano y cuantas cosas se les ocurría a sus denostadores pensando que le hacían daño a la popularidad de la que gozaba desde entonces. Pero nada les funcionó.
Sin embargo, la definición ideológica y filosófica de su programa de gobierno, llamado IV Transformación, o simplemente 4T como le dice el pueblo, no tuvo como centro a la oposición política, sino al pueblo, a sus seguidores, a su propio partido Morena, y de alguna manera al mundo, en particular a América. La 4T está bien definida, en un programa de gobierno profundamente social, de desarrollo y bienestar cuyo propósito es eliminar la pobreza y la desigualdad.
Le faltaba incorporarle un nombre a su ingrediente teórico, filosófico, que lo definiera políticamente, y López Obrador se lo acaba de dar, y bastante ajeno a lo establecido hasta hoy. No habla de capitalismo, comunismo o socialismo, ni siquiera el más neutro, progresismo.
No fue una decisión festinada sino, como dijo el propio mandatario, había que buscar ya un distintivo para México en el contexto actual de las relaciones internacionales y de la división en clases del país.
Aunque parezca contradictorio, no pone en juego si el gobierno es de izquierda o derecha aunque su tendencia está bien definida y lo indicó en su referencia a Latinoamérica y el Caribe al señalar que había muchos gobiernos afines al mexicano y para que no hubiera confusión, a renglón seguido felicitó a Luiz Inácio Lula da Silva por su victorial electoral sobre el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Lo sustantivo es que el concepto que sirve de base al modelo es la historia de una nación que arrastra gloria desde tiempos seculares gracias a una cultura milenaria y resistente a los embates del colonialismo y de la modernización.
La mexicanidad del pueblo, aun con su aceptada regionalización, es indiscutible de norte a sur y de este a oeste, y eso se confirma cada año con sus fiestas patrias en las que la identidad nacional es estremecedora.
La definición anunciada del modelo, por tanto, atañe a los 127 millones de mexicanos en el país y los 40 millones en el extranjero, sin distingo alguno.
Humanismo Mexicano es algo más que una definición política o ideológica, más que una etiqueta, es una síntesis de pensamiento y acción que toma forma en un conjunto de principios irrenunciables, entre los que López Obrador mencionó los políticos, económicos y sociales que inspiran a la IV Transformación.
En ellos destacó defensa de la soberanía y la independencia nacional, no ser colonia de nadie, progreso con justicia, no discriminación ni racismo de ningún género, distribución igual de la riqueza, y respeto irrestricto a los derechos humanos.
No parece necesario seguir la letanía de si es un gobierno revolucionario, progresista, comunista, socialista, capitalista de nuevo tipo, ambivalente porque sostiene buenas relaciones con Estados Unidos cuando son generalmente malas para el resto del continente, tema en el que más insiste la oposición que busca enrarecerlas en perjuicio de su gobierno y de México.
Lo más importante es que todo ello tiene un programa de acción teórico y práctico, que se llama 4T, un derrotero estratégico con una cosmovisión envidiable que abarca el pasado, presente y futuro de México.
Por su universalidad encaja en la revolución de las conciencias que preconiza López Obrador y su acción encaminada a crear una sociedad mejor, más justa, igualitaria y fraterna. Eso es humanismo mexicano.
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