La Federación del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO) pidió al Parlamento que agregue la solicitud a un convenio establecido previamente entre los empleados y las compañías de ferrocarriles, en medio de crecientes tensiones ante la posibilidad de un paro nacional del sector el próximo 9 de diciembre.
“Si bien el acuerdo tentativo que negociaron los sindicatos este año incluyó muchas ganancias críticas (aumento salarial y topes en las primas de atención médica), también se quedó corto al no incluir disposiciones sobre licencia por enfermedad pagada o programación justa”, expresó en un comunicado la presidenta de AFL-CIO, Liz Shuler.
Acorde con un reporte del diario The Hill, es casi seguro que los congresistas aprobarán una legislación para bloquear la huelga, ya que los ferrocarriles comenzarían a cerrar algunos de sus servicios en los próximos días, y tras la solicitud del presidente del país, Joe Biden, de detener a toda costa la protesta.
La única pregunta en el aire, apuntó, es si modificarán el contrato para satisfacer las demandas de los trabajadores.
Varios legisladores, no obstante, estiman como legitima la solicitud de los ferroviarios, que se ven obligados a menudo a laborar durante largas jornadas por varios días a la semana, con un descanso mínimo entre turnos extensos, e incluso son penalizados por tomarse horas libres para citas médicas o emergencias de salud.
En ese caso está el senador Bernie Sanders, quien expresó que mientras la industria ferroviaria obtuvo ganancias récord de 20 mil millones de dólares después de reducir su fuerza laboral en 30 por ciento en los últimos seis años, sus empleados no tiene días de enfermedad pagados garantizados.
«El Congreso debe apoyar a los trabajadores”, expresó.
Asimismo, Peter DeFazio, presidente del Comité de Infraestructura y Transporte de la Cámara de Representantes, dijo que era inconcebible cómo en el siglo 21 a los empleados calificados se les niega la licencia por motivos de salud.
La huelga con la que amenazan los ferroviarios, solo en el sector de carga, podría costarle a la economía estadounidense mil millones de dólares en su primera semana, según un análisis del Anderson Economic Group.
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