Durante la ceremonia de apertura Eve Crowley, representante adjunta para América Latina y El Caribe de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), enumeró algunas de las dificultades existentes en el área rural de la región.
Impactos en el medio ambiente, como la pérdida de la biodiversidad, la contaminación del agua y la degradación de los suelos, figuran entre los temas que se analizarán en los tres días de debates en la sede regional de la FAO, instalada en esta capital.
Crowley se refirió al impacto del calentamiento global en la población rural, como el abandono de los campos, la creciente migración de los jóvenes a zonas urbanas, disminución de los rendimientos y por lo tanto de la calidad de vida de las personas.
Todo ello se vio multiplicado por los efectos de la pandemia de Covid-19, que en muy poco tiempo produjo un retroceso de 12 años en términos de la lucha contra la pobreza, y de dos décadas respecto a la pobreza extrema.
Como consecuencia se profundizaron las ya enormes desigualdades, dijo, con particular efecto entre las mujeres del campo.
La pobreza, combinada con el aumento de los precios de los alimentos, condujo a que, en solo dos años, 13 millones de personas cayeron en el hambre y cuatro de cada 10 viven en inseguridad alimentaria en nuestra región.
Todo ello, dijo la representante de la FAO, evidencia la necesidad de transformar los sistemas agroalimentarios, hacerlos más eficientes, inclusivos y sostenibles, y allí la agricultura familiar debe jugar un papel central.
En América Latina y El Caribe este segmento representa una buena parte de las exportaciones agrícolas, genera entre 60 y 80 por ciento del empleo rural y proporciona más de dos terceras partes de los alimentos en los distintos países.
La II Conferencia sobre Agricultura Familiar del Mercosur ampliado sesionará aquí hasta el miércoles 7 de diciembre.
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