El grito de alarma proviene del Parque Nacional Amboselli, de Kenya, donde hace un año el cielo no envía una gota de lluvia y miles de ejemplares perecieron en el último semestre de este año por esa causa, denunció una portavoz del Fondo Amboselli para los Elefantes.
Muchos de los paquidermos de la instalación murieron por la situación, que afecta además los rebaños de ñus, mamífero africano de la familia de los antílopes, cuya cabeza recuerda la de un toro y que recorre el continente en manadas, presa favorita de leones y cocodrilos con el consiguiente daño a la cadena alimenticia.
Las bajas en el inventario de la fauna del parque se estiman en miles y al paso que marchan las cosas la sequía barrerá a los especímenes restantes, según el testimonio de uno de los pastores de la etnia masai que habita la zona, colindante con el icónico monte Kilimanjaro de Tanzania.
Otra de las víctimas de la ausencia de lluvias es la economía keniana, dependiente en gran medida del turismo de observación de la vida salvaje con decenas de compañías dedicadas a organizar safaris por las planicies africanas,
Lo más triste de la crisis es que, según el criterio coincidente de entidades científicas la falta de lluvias es otra de las consecuencias del cambio climático provocado por la desmedida emisión de gases de efecto invernadero en las economías de los países industrializados.
Y ninguno de ellos es africano.
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