Por Antonio Rondón
Jefe de la Redacción Internacional
Desde el inicio de la operación militar en Ucrania, anunciada por el presidente Vladimir Putin el 24 de febrero último, la UE solo empeoró su situación económica, sobre todo en la esfera energética.
Tras varios años de tratar de demostrar la supuesta amenaza para la seguridad energética de los suministros de gas, a través de gasoductos existentes y en construcción, Washington por fin lo logró y el resultado de este año es la dependencia europea de energéticos norteamericanos.
Durante los últimos 10 meses, el bloque comunitario aprobó ocho paquetes de sanciones contra Rusia y prepara un noveno para cerrar 2022 con broche de oro de una política que a todas luces tiene un carácter suicida: eliminar la fuente barata de energía para sostener su economía.
En el año, países con posiciones más bien moderadas con Rusia como Francia, Italia o la misma Alemania, principal beneficiaria de proyectos energéticos, pasaron a ser naciones abiertamente enemigas de Moscú, con visibles ayudas bélicas a Ucrania.
Medios de prensa comentan aquí que pocos en Europa comprendieron el carácter negativo de involucrarse en una política de sanciones profundas contra Rusia, uno de sus principales socios económicos en la región, incluso después de aplicarse medidas punitivas unilaterales.
Un estudio manejado por la agencia RIA Novosti señala que, entre septiembre y noviembre de este año, los europeos por diferentes vías compraron a Rusia gas licuado por valor de casi 22 mil millones de euros, aún cuando públicamente practican un boicot a la compra de gas ruso.
El propio alto representante de la UE para la Seguridad Internacional y la Política Exterior, Josep Borrell, reconoció en su momento que entre los pilares del desarrollo acelerado de Europa en los últimos años estaban los energéticos baratos rusos y el comercio amplio con China.
Pero Estados Unidos lleva, con su llamado a cercar cada vez más a Moscú y a boicotear el comercio con China, a un empeoramiento de las bases de la competencia económica del bloque comunitario que apenas ahora comprende el carácter suicida de plegarse a lo exigido por Washington.
NEFASTAS CONSECUENCIAS
Uno de los signos de ese despertar llegó casi al finalizar el año, con declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, sobre las nefastas consecuencias para Europa de la Ley para el combate a la inflación, aprobada por el Congreso estadounidense.
La legislación norteamericana prevé una ayuda de unos 370 mil millones de dólares para la producción de energía renovable, autos eléctricos, baterías y otros elementos de la llamada economía verde, lo que incluye alentar el traslado de negocios europeos a Estados Unidos.
El año cierra con especulaciones sobre una posible guerra comercial de Washington y Bruselas, en medio de un aumento de los retos para los gobiernos europeos que enfrentan protestas por demandas sociales, y de una histórica inflación y el deterioro de las economías.
Pero en medio de todo ello, algunos funcionarios intentan presentar como medidas independientes pasos como la posible creación de fuerzas armadas europeas, después que Washington logró crear una atmósfera de supuesta amenaza para Europa que la llevó a elevar los gastos militares.
Unos 70 mil millones de euros se sumarán a los gastos corrientes de defensa en el seno de la UE para 2025. Borrell, un partidario de la OTAN y Estados Unidos, propone que parte de los presupuestos de defensa de los 27 pase bajo control de la jefatura comunitaria.
Observadores consideran aquí que la iniciativa del jefe de la diplomacia europea retoma una vieja idea manejada en su tiempo por París, aunque parece tener pocos visos de una posición que busque más soberanía para Europa, cuando el armamento se deberá comprar en Estados Unidos.
La ilusión de soberanía de Europa parece hacerse más evidente cuando aumenta su subordinación real al país norteño, pues, en medio de la crisis, la UE llama a boicotear a Rusia y a reducir una supuesta dependencia de China, aún con los daños que implica para ese bloque.
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