El 16 de diciembre de 1990 Aristide, un sacerdote salesiano del Frente Nacional para el Cambio y la Democracia se impuso con el 67,5 por ciento de los votos tras años de gobiernos autoritarios y militarismo.
Sin embargo, ocho meses después de asumir el cargo fue derrocado el 30 de septiembre de 1991, cuando el entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el general Raoul Cedras, anunció que asumía el poder de la nación.
Varios expertos señalaron a Estados Unidos, en esos momentos liderado por George Bush como los orquestadores del golpe de Estado, luego que Arisitide adoptara medidas para favorecer a los más pobres, sanear la administración pública y las empresas estatales.
Para Fanmi Lavalas el derrocamiento del expresidente inclinó al país hacia la injusticia, la corrupción excesiva y la desesperación económica para la mayoría de los ciudadanos.
“Los secuestros, la inseguridad, la miseria, la inseguridad alimentaria, la carestía de la vida, los delitos económicos y políticos que salpican la vida cotidiana de la población son los resultados del golpe de Estado del 30 de septiembre de 1991”, aseguró la plataforma política en un comunicado.
Aristide regresó al cargo en 1994, un año antes de vencer su mandato y volvió a salir electo en el 2000 con el 92 por ciento de los votos para ser blanco de un nuevo golpe de Estado tres años después.
El jefe de Estado recibió numerosas críticas por no frenar la corrupción mientras más de la mitad de la población vivía en condiciones de pobreza y no sabía leer y escribir.
Treinta y dos años después y con el país sumido en su mayor crisis en décadas, Fanmi Lavalas cree que aún es posible erradicar los males que asolan la sociedad, y aboga por el establecimiento de un nuevo Gobierno transición capaz de crear un clima de seguridad y realizar elecciones democráticas.
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