Tras celebrar una misa a la que asistieron más de un millones de fieles, el sumo pontífice exhortó a detenerse a “aquellos que saquean, flagelan y desestabilizan” el turbulento oriente de este país, el de mayor número de fieles católicos del continente africano.
Al respecto acusó, sin mencionar nombres a los aludidos, de enriquecerse con la explotación de los bienes nacionales y a través del brutal sacrificio de víctimas inocentes.
El oriente de la RDC es escenario de fieras batallas entre el Ejército Nacional y fuerzas de países vecinos contra más de un centenar de grupos armados que ocupan zonas y cometen crímenes de lesa humanidad, en particular violaciones sexuales y desmembramientos de civiles inermes.
Es de esa área de la RDC donde se extraen los llamados diamantes de sangre, piedras preciosas extraídas con trabajo esclavo que después encuentran su camino hacia firmas comercializadoras establecidos en Europa occidental, sobre todo en Países Bajos, y, después, a las grandes joyerías en esa zona y Estados Unidos.
Durante la ceremonia religiosa celebrada al aire libre en el aeropuerto de Ndolo Francisco invitó a los congoleses a “perdonar a quienes cometen violencia inhumana” en su contra de las cuales fue informado durante un encuentro informal en la Nunciatura Apostólica de esta capital.
Sus lágrimas son mis lágrimas, aseguró a las víctimas el heredero del trono de Pedro tras los espeluznantes relatos de una delegación de víctimas de desmanes de los grupos armados que operan en el este congolés.
La próxima escala del papa Francisco será Sudán del Sur, el país más joven en el concierto de la ONU, escenario también de combates armados que provocan muertos, mutiliados y heridos, así como éxodos masivos de desplazados internos.
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