La investigación, realizada por un equipo internacional dirigido por esa institución, reveló un vínculo directo entre la incertidumbre de vivir en un entorno violento, incluso para aquellos que no están directamente involucrados en esa situación, y una doble carga de vidas más cortas y menos predecibles.
Según la indagación, las muertes violentas son responsables de una alta proporción de las diferencias en la incertidumbre de por vida entre países violentos y pacíficos.
Pero precisa que el impacto de la violencia en la mortalidad va más allá de acortar vidas, pues cuando las vidas se pierden rutinariamente debido a la violencia, los que quedan se enfrentan a la incertidumbre de quién será el siguiente.
Lo que encontramos más sorprendente es que la incertidumbre de por vida tiene una mayor asociación con la violencia que la esperanza de vida, afirmó el autor principal, doctor José Manuel Aburto, del citado centro universitario y de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Utilizando datos de mortalidad de 162 países y el Índice de paz interna entre 2008 y 2017, el estudio muestra que los países más violentos también son aquellos con la mayor incertidumbre de por vida.
En el Medio Oriente, las muertes relacionadas con el conflicto a edades tempranas son las que más contribuyen a esto, mientras que en América Latina, un patrón similar resulta de los homicidios y la violencia interpersonal.
En contraste la incertidumbre de por vida fue notablemente baja entre 2008 y 2017en la mayoría de los países del norte y sur de Europa, aunque los expertos aseguran que el conflicto entre Rusia y Ucrania tendrá un impacto en esto.
De acuerdo con el informe los ciclos de pobreza, inseguridad y violencia magnifican los patrones estructurales preexistentes de desventaja para las mujeres y los desequilibrios fundamentales en las relaciones de género a edades tempranas.
En algunos países de América Latina, precisa, los homicidios de mujeres aumentaron en las últimas décadas y la exposición a entornos violentos trae consigo cargas sociales y de salud, en particular para niños y mujeres.
En opinión del coautor del estudio, el profesor Ridhi Kashyap, si bien los hombres son las principales víctimas directas de la violencia, las mujeres tienen más probabilidades de experimentar consecuencias fatales en contextos violentos.
Estos efectos indirectos de la violencia no deben ignorarse, ya que alimentan las desigualdades de género y pueden desencadenar otras formas de vulnerabilidad y causas de muerte, subrayó.
Para la coautora del estudio Vanessa di Lego es sorprendente cómo la violencia por sí sola es un importante impulsor de las disparidades en la incertidumbre de la vida.
“Una cosa es segura, la violencia global es una crisis de salud pública, con tremendas implicaciones para la salud de la población, y no debe tomarse a la ligera”, enfatizó.
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