Comenzó a hacerse millonario desde los primeros años del gobierno de Vicente Fox (2000-2006), al pasar de un simple oficial de la Policía a jefe de la Agencia Federal de Investigación, posición que aumentó de forma inaudita en el mandato de Felipe Calderón (2006-2012), quien lo nombró secretario de Seguridad y su hombre de confianza.
García Luna se convirtió en el personaje más influyente y adinerado de México sin aparecer en la revista Forbes, y llevó una vida de rey dentro de un lujo pueril con yates, haciendas, residencias extraordinarias, autos de las marcas más exclusivas del mercado, motos y hasta helicópteros, como si fuese aquel humillantemente poderoso sha de Irán Mohammed Reza Pahlevi.
Esa fortuna la multiplicó con el expresidente Enrique Peña Nieto, quien también queda sucio aun cuando el reo nunca fue funcionario de su administración, pero delinquió a su sombra hasta 2018.
Más allá de esa riqueza mal habida, envidia de Alí Babá, García Luna destacó por su temible influencia y una jerarquía dentro del crimen organizado que todavía no se ha logrado o querido establecer claramente.
Su historial, puesto al desnudo por testigos inequívocos que delinquieron junto con él, no ha trascendido en la prensa en toda su magnitud como en su época sí pasó con Al Capone. Hay mucho compromiso detrás de su persona y su actuación.
García Luna fue el artífice de la operación Rápido y Furioso en la presunta guerra con el contra el crimen organizado en México para limpiar de enemigos y competidores al cártel de Sinaloa.
Es justamente esa maniobra la que abrió el grifo del tráfico de armas desde Estados Unidos que involucra a tanta gente y permitió a la comunidad de inteligencia, en particular la CIA y la Usaid actuar a sus anchas en México. Es también la causa de la brutal criminalidad que se ha agudizado tanto en este país.
García Luna llena de lodo a tanta gente a ambos lados del río Bravo que su juicio provoca mareos y taquicardia.
Quizás eso explique por qué la fiscalía de Nueva York decidió acortar de ocho semanas a ocho días los testimonios, que no fueran al estrado los 88 anunciados ni que, aun sin pruebas más allá de deposiciones de testigos que la defensa busca poner en dudas, se pase el caso al tribunal para que ya decida su culpabilidad o “inocencia”, así entre comillas.
Por sí o por no, México prepara los papeles para exigir su extradición por crímenes mucho más graves que los cinco por los cuales lo juzgan los vecinos del norte.
(Tomado de Orbe)