Según la revista Lancet Psychiatry, el miedo a la infección por el virus SARS-CoV-2 y otros factores, mantuvieron a las personas lejos de los hospitales, en tanto aumentaban los riesgos de que niños y adolescentes padecieran enfermedades mentales.
Los infantes permanecieron más tiempo frente a pantallas de la televisión, dispositivos móviles y disminuyeron los niveles de actividad física, al tiempo que vivieron las consecuencias de la pérdida del empleo de sus tutores, la violencia familiar y el estrés de sus padres.
Todos estos factores aceleran el sufrimiento mental, y aunque los niños son capaces de resistir los tiempos difíciles, la pandemia los hizo rebasar los límites de lo que ellos podían tolerar y la capacidad de reaccionar ante etapas complejas.
Al aumentar el estrés se incrementó la necesidad de destinar recursos para contrarrestarlo, siendo ahora insuficientes los servicios para satisfacer la demanda.
Los científicos llamaron a dar prioridad a esta problemática pues no se puede ignorar el incremento de casos de salud mental en niños y adolescentes.
Recomendaron que “ los gobiernos inviertan en recursos comunitarios e infraestructuras de apoyo a la identificación y el tratamiento de las enfermedades mentales, así como en programas escolares centrados en la prevención”.
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