El famoso monumento alberga el ingreso principal del museo y fue inaugurada una primera vez por el entonces presidente François Mitterrand el 4 de marzo de 1988 y en una segunda ocasión el 29 de marzo de 1989.
Diseñada por el arquitecto chino-estadounidense Ieoh Ming Pei (1917-2019) por encargo de Mitterrand, el objetivo era construir un gran vestíbulo luminoso para la entrada, con una forma que creara contraste con los edificios de los alrededores, pero la controversia no se hizo esperar.
Al anunciarse el proyecto de manera oficial en 1984 ante la Comisión Nacional de Monumentos Históricos, el arquitecto nacido en el gigante asiático terminó descontento por las críticas suscitadas.
Estas generaron crudos titulares como «Grado cero de arquitectura», según Pierre Vaisse, de el periódico Le Figaro; o «Llamada a la insurrección», definido así por el novelista y ensayista francés Jean Dutourd.
Otro violento editorial titulado «El zircón» se integró a la retahíla de descréditos armados por los adversarios del proyecto, como el historiador de arte André Fermigier, quien comparó la pirámide con una «casa de los muertos».
Muchos evaluaron al edificio futurista como de un estilo internacional y otros lo excluyeron del contexto clásico de El Louvre, pues la pirámide impide ver el edificio original en su totalidad comenzando en el Cour Napoléon o desde el arco de triunfo del Carrusel.
Del lado opuesto estaban los partidarios, que también fueron numerosos y apreciaron la yuxtaposición contrastante de los estilos arquitectónicos, y la fusión de lo clásico con lo contemporáneo.
Con 200 toneladas de peso, una altura de más de 20 metros sobre una base cuadrada de casi 36 de lado, y recubierta con 603 rombos y 70 triángulos de vidrio, se trata de la primera gran construcción realizada con dicho material, pero laminado.
El otrora mandatario francés tenía una idea preconcebida y esta era iniciar una revolución museográfica o un «museo de masas».
Sean adeptos o contrapuestos a la célebre estructura cristalina de acero y aluminio, la realidad es que permanece íntegra como símbolo de El Louvre.
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