Al venir a este mundo fue inscrita como Lucila de María Godoy Alcayaga, hija de un matrimonio de escasos recursos cuya condición empeoró cuando el padre, también poeta y profesor, abandonó el hogar.
La precariedad familiar, común en un país poco desarrollado en esos tiempos, provocó constantes traslados a pueblos vecinos, entre ellos Montegrande, al cual consideró siempre como su lugar natal.
Terminada la escuela primaria y ya con el hábito voraz de la lectura llegó a la ciudad de La Serena donde con 14 años comenzó a trabajar como auxiliar en una pequeña escuela en el barrio de Compañía Baja, en ese entonces ubicado fuera del perímetro urbano.
La funcionaria del Archivo Central Andrés Bello, Ariadna Biotti, escribió que Mistral nació en un país “analfabeto, económicamente muchísimo más empobrecido que el actual, pero muy digno, con valores anclados a las costumbres y el sentido de pertenencia”.
José Santos González, Premio Nacional de Literatura de Chile, cuenta en su libro Comienzos de Gabriela Mistral que ella daba clases a los niños por el día y de noche instruía a trabajadores en la lectura y matemáticas.
Si bien su relación con la literatura era cada vez mayor y colaboraba con versos y otros escritos en un diario de La Serena, su vínculo con la pedagogía fue muy complejo.
Obtuvo su título de profesora en un examen de oposición gracias a sus amplios conocimientos, pero muchos de sus colegas y jefes le reprochaban siempre la falta de estudios en un centro formador de maestros.
Esa fue una de las principales causas de que aceptara en 1922 la invitación del entonces ministro de Educación de México, José Vasconcelos, para incorporarse al proceso de transformación del sistema de enseñanza rural impulsado por la revolución.
Fue en ese país donde potenció todas sus capacidades como pedagoga y escritora que le valieron el reconocimiento en varias naciones hasta obtener en 1954 el Nobel de Literatura, primero otorgado a una mujer de esta región.
Entre sus obras más conocidas están Sonetos de la Muerte, Desolación, Tala, Lagar y Lecturas para Mujeres.
Un dato importante de su vida es el respeto y cariño que Gabriela Mistral sintió siempre por José Martí, a quien obviamente nunca conoció personalmente, pero cuya obra literaria y política le impactó profundamente.
Respecto a los Versos Sencillos del Héroe Nacional Cubano dijo:
“Él escribía en una lengua de colores y de sabores: parece que, hablando exprimiese pomos de pintura y a la vez saborease las delicias de una vainilla tropical”.
oda/car/eam