Justin Jones y Justin Pearson, ambos afroamericanos, fueron destituidos a inicios de abril por un supuesto “comportamiento desordenado” y porque “a sabiendas e intencionalmente trajeron desorden y deshonor a la Cámara de Representantes”, según la resolución del hemiciclo.
Una tercera colega de bancada, Gloria Johnson —blanca, por cierto—, sobrevivió al voto que pudo defenestrarla también.
Pero el suceso, motivado por la matanza que perpetró un atacante armado el 27 de marzo en una escuela primaria de Nashville, con saldo fatal de seis muertos, entre ellos tres niños de nueve años, sigue en las noticias días después.
El presidente Joe Biden condenó la medida de los republicanos de Tennessee y renovó sus llamamientos a favor de una prohibición de armas de asalto; su vicemandataria, Kamala Harris, viajó a Nashville.
Mientras, el congresista demócrata Steve Cohen, miembro de la Cámara Baja del Congreso federal por Memphis, dijo que la represalia contra Jones y Pearson es una “acción provocadora” que “ha desprestigiado a nuestro estado en todo el país”.
Los tres legisladores admitieron que infringieron una regla, aunque de forma justificada, porque “estamos luchando por los niños que mueren debido a la violencia con armas de fuego y por las personas que desean ver el fin de su proliferación en nuestras comunidades”, opinaron.
El pasado 10 de abril, el Consejo Metropolitano de Nashville votó de manera unánime a favor de reincorporar a Jones en su puesto.
La concejal de la urbe, Delishia Porterfield, afirmó que “el representante Jones fue honesto sobre quién era: un defensor audaz”, e insistió en que con esa votación enviaban “un mensaje contundente a nuestro Gobierno estatal y a todo el país de que no toleraremos amenazas a nuestra democracia”.
Tras el sufragio, Jones y más de mil simpatizantes marcharon al Capitolio de Tennessee, donde volvió a jurar su cargo; en tanto, Pearson, de Memphis, podría volver a su butaca si la mayoría de los 13 miembros de la Comisión del condado de Shelby está de acuerdo.
Las expulsiones convirtieron a ese sureño estado en un nuevo frente en la batalla por el futuro de la democracia en ese país, opinan analistas al referirse a acontecimientos recientes que mueven a la duda cuando del tema se habla.
Ahí está el intento de Donald Trump de alegar fraude en las elecciones de 2020 para aferrarse al poder y su papel como instigador del ataque de cientos de sus partidarios al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021 con el objetivo de impedir por la fuerza la certificación de la victoria de Biden.
(Tomado de Orbe)