Integrantes de los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y Revolucionario Democrático (PRD) están destapándose ya como “corcholatas”, nombre popular que dan a quienes se mantenían encubiertos y de repente hacen públicas sus intenciones electorales.
Entre los “corcholatas” más destacados por su trayectoria política se destaparon en una reciente reunión de los tres partidos en busca de la unidad, la veterana priista y legisladora Beatriz Paredes, y sus correligionarios Enrique de la Madrid y Claudia Ruiz Massieu.
En las filas de su aliado PAN, viejos conservadores de larga trayectoria política como Santiago Creel, presidente actual de la Cámara de Diputados, y recién entrenados, pero con verbo muy picante como la legisladora Lilly Téllez, quien ganó su curul compitiendo desde el oficialista Morena al que abandonó inmediatamente para descubrirse como panista enemiga acérrima del Gobierno.
Hay empresarios muy de derecha como Gustavo de Hoyos Walther sin experiencia política, pero firme creyente de que tiene cualidades para conducir los destinos de México.
Uno de los aspirantes, por ejemplo, es el exgobernador de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, imputado por la Fiscalía General de la República por corrupción, lavado de dinero y otros presuntos delitos, pero libre gracias a decisiones tomadas por jueces y asambleístas de su mandato.
El gobierno reveló recientemente una lista de más de 40 aspirantes, la mayoría de los cuales no se han franqueado aún como “corcholatas” pero sí lo han insinuado.
Todos coinciden en llamar a la unidad y abrir espacios a la sociedad civil, aunque no dicen cómo porque entre ellos mismos hay contradicciones muy serias.
Lo que sí es cierto es que los máximos dirigentes de los tres partidos, Alejandro Moreno, del PRI, Marko Cortés, del PAN, y Jesús Zambrano, del PRD, dejaron en claro que para aspirar a ganar las elecciones del próximo año no será suficiente la alianza entre ellos.
Su fórmula es, además de unirse, ganarse a la ciudadanía con la propuesta de un gobierno de coalición del que ni siquiera han dibujado los planos.
Hace unos días, esa coalición, que lleva por título Va por México, sostuvo un encuentro cuyo motivo principal era convocar a una alianza amplia con la sociedad, pero según la prensa nacional, fue un fracaso.
Casi no hubo entre los invitados ciudadanos de a pie como ellos deseaban, los aspirantes presidenciales presentados no causaron efervescencia, y la asistencia fue muy pobre.
En los discursos medulares ni siquiera se esbozaron elementos para definir pronto una metodología para la selección de quien encabezará la candidatura presidencial de la oposición sin guerra interna, como admitió Lilly Téllez, ni cómo acorralar las ambiciones personales y de partido para lograr una unidad que todos reconocen débil y contradictoria.
En el foro organizado por presuntas asociaciones civiles, el exgobernador de Michoacán Silvano Aureoles propuso que para evitar divisiones se realice un método que incluya a la sociedad civil, lo que llamó la atención porque se destacó por maltratos a la ciudadanía que reunió en cuatro días 50 mil firmas para pedir su destitución, aunque no lo lograron.
Aureoles admitió que “todo va a ser miel sobre hojuelas mientras no lleguemos a la definición de las candidaturas”. He allí un problema, parodiando a Cantinflas.
Estos no son todavía ni siquiera los prolegómenos de una coalición que, aunque se proclama concretada, parece por ahora como un bote sin fondo, al decir de sus adversarios, lo cual niegan los tres partidos. Hay que esperar para ver quién tiene la razón.
oda/lma