Por Cira Rodríguez
Jefa de la Redacción Ciencia y Técnica
Dicha transición podría suponer un alivio para algunas zonas afectadas por la sequía como el Cuerno de África, pero tal vez acarree problemas a otras partes de ese continente, América Central y el Lejano Oriente.
Previsiones de la Organización Meteorológica Mundial indican que hay un 55 por ciento de probabilidades de que El Niño se dé en la segunda mitad de 2023, lo que puede llevar a un aumento global de las temperaturas y a cambiar los patrones de vientos y precipitaciones de diferentes puntos del planeta.
Un nuevo informe del Sistema mundial de información y alerta sobre la alimentación y la agricultura de la División de Mercados y Comercio y la Oficina de Cambio Climático, Biodiversidad y Medio Ambiente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), muestra preocupación especialmente por África Austral, América Central y el Caribe, y partes de Asia.
En la medida en que varios países de esas regiones registran ya niveles altos de inseguridad alimentaria aguda, importantes campañas agrícolas están sujetas a las pautas de condiciones atmosféricas más secas, características de El Niño.
En zonas septentrionales de América del Sur también existe el riesgo de posible sequedad, mientras que Australia normalmente registra una disminución de las precipitaciones.
De ahí que ante el número sin precedentes de personas que padecen inseguridad alimentaria aguda, la FAO examina las zonas del planeta especialmente vulnerables a El Niño y las acciones preventivas que podrían emprenderse para mitigar sus riesgos.
Para el jefe de la Oficina de Emergencias y Resiliencia de la agencia alimentaria de Naciones Unidas, Rein Paulsen, las alertas tempranas implican la necesidad de emprender acciones preventivas, y apoyar a los países miembros en la medida en que lo permitan los recursos.
Tras el episodio de El Niño de 2015 y 2016, el cual afectó a más de 60 millones de personas de unos 23 países, la FAO colabora diligentemente con sus miembros, entre ellos, muchos de los que probablemente vean su seguridad alimentaria afectada por la llegada de ese fenómeno.
Asimismo, se propone trabajar con otros organismos de la ONU para establecer planes y protocolos de acción preventiva.
Se han elaborado procedimientos operativos estándares para agilizar intervenciones oportunas, como establecer almacenes de semillas comunitarios, determinar reservas alimentarias estratégicas y fortalecer campañas de vigilancia de la salud animal.
En tal sentido ya están elaborados protocolos de acción preventiva ante la sequía en Burkina Faso, Chad, Níger, sur de Madagascar, Malawi, Zimbabwe, Filipinas, Pakistán y América Central, y se prevé actuar de forma temprana en coordinación con los gobiernos y los asociados en caso de que los pronósticos se materialicen de junio en adelante.
NIÑA Y NIÑO EN CARRERA DE RELEVO
El Niño y La Niña son diferentes fases de un patrón climático que se da de forma recurrente en la zona tropical del océano Pacífico y que recibe el nombre de Oscilación del Sur/ENOS; el primero es un fenómeno de calentamiento, mientras que la segunda lo es de enfriamiento.
Ambos se van sucediendo, uno después del otro, aunque muchas se veces se dan procesos de condiciones neutrales entre ellos.
Los episodios de El Niño suelen producirse cada dos a siete años, y en el intervalo prevalecen los episodios de La Niña y las condiciones neutras.
Reconocido por el calentamiento de las aguas del Pacífico, repercute decisivamente en la temperatura y el régimen de lluvias de muchas partes del mundo, donde da lugar a fenómenos meteorológicos extremos como sequías, inundaciones y tormentas.
Los expertos consideran que sus manifestaciones y repercusiones nunca son idénticas, pues las pautas típicas generales aumentan la previsibilidad de las consecuencias regionales.
El enfoque de la FAO es el de cartografiar los cambios de las condiciones de vegetación en las tierras de cultivo de todo el planeta, con el fin de determinar zonas que corren mayor peligro (en que las condiciones secas repercuten en la totalidad del ciclo del cultivo) y orientar el tipo de intervención que debe emprenderse.
Conforme a los procedimientos operativos estándar del Comité Permanente entre Organismos de las Naciones Unidas para la acción temprana ante estos fenómenos, las iniciativas preventivas avanzan al ritmo de la probabilidad de que se esté gestando un episodio de El Niño.
Para ello la FAO, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) vigilan la situación junto con otros asociados a fin de precisar los países que correrán un mayor riesgo avanzado el año.
De acuerdo con los pronósticos, aunque la lluvia supondrá un gran alivio para los agricultores de Argentina y el Cercano Oriente, El Niño también puede desencadenar inundaciones graves que podrían perjudicar a la agricultura y elevar el riesgo de enfermedades.
Ese peligro es bastante real para África Oriental, víctima durante cuatro años de déficit extremo de precipitaciones y que, en todo caso, necesitará mucho tiempo para recuperarse aunque vuelvan finalmente las lluvias.
Australia, Brasil y Sudáfrica, destacados productores y exportadores de cereales, se encuentran entre los países que corren riesgo de condiciones secas, al igual que otras muchas naciones de África Central y Occidental, Asia Sudoriental y el Caribe.
El riesgo inverso de precipitaciones excesivas acecha a exportadores de Argentina, Türkiye y Estados Unidos, así como a los países de Asia Central.
Dado que El Niño es un fenómeno de calentamiento, se prevé que se dé un aumento de las temperaturas globales durante los próximos años.
“Existe una probabilidad del 93 por ciento de que al menos un año entre 2023 y 2026 sea el más cálido registrado, y una probabilidad del 50 por ciento de que la temperatura global alcance temporalmente una subida de 1,5 grados por encima de la media de la era preindustrial”, señalan desde la OMM.
Tal previsión deja al planeta en una situación delicada, ya que los últimos ocho años han sido el periodo más cálido jamás registrado (a pesar de la influencia del enfriamiento de La Niña durante tres años) debido a las consecuencias del cambio climático antropogénico o causado por el hombre.
arb/crc