Para este norteño con apenas noveno grado de escolaridad, la actuación fue su pasión y la primera participación en una obra sucedió a la edad de cinco años en la Escuela Oficial Zahriya para Niños en Trípoli.
En su despedida, la crítica y el público así lo homenajeó: adiós al grande que hizo feliz a millones de personas a lo largo de los años; Abdullah Al-Homsi, un artista que resume la historia del arte libanés; un nombre brillante en el mundo de la actuación.
Nacido en una familia de 10 hijos en Trípoli, inició en el teatro a escondidas del padre y la participación en piezas de la compañía los Exploradores de Al Jarrah marcó su camino artístico en la comedia.
Su famosa interpretación de Assaad, el guajiro, le mereció el cariño y la admiración de los libaneses debido a la inteligencia, ingenuidad cómica y humanismo del personaje.
En 1957, Al-Homsi ayudó a fundar la compañía Comedia Líbano y tres años más tarde dirigió el Conjunto de Artes Populares para compartir experiencia y brindar espacio a muchos jóvenes talentos.
A la pequeña pantalla llegó en 1966 gracias a su actuación en el Teatro de la Escuela «Freres”, una agrupación que más tarde trascendió con el nombre de Abu Salim al-Tabl en espectáculos en vivo.
El séptimo arte también abrió las puertas al talento de Al-Homsi y su primer trabajo cinematográfico fue la película “Safar Berlek” de los hermanos Rahbani en 1967.
Su extensa carrera actoral acumula roles protagónicos en más de 15 películas y en alrededor de 70 obras teatrales; además de alcanzar mil 700 horas televisivas y tres mil episodios en la radio.
A pesar de la fama en la actuación y sus múltiples papeles, Abdullah Al-Homsi fue un defensor del canto folclórico libanés y del patrimonio nacional, además de incursionar en el fisicoculturismo y la natación.
El fallacimiento de Al-Homsi, a los 86 años, tomó por sorpresa a los libaneses, quienes resaltaron su estilo popular para interpretar personajes cercanos a la realidad de la nación.
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