Por Roberto Abe Camil
Colaborador de Prensa Latina. Periodista mexicano, analista de Índice Político
Don Gilberto es referido por muchos como el “Schindler mexicano” y aunque dicho apelativo se hace en tono elogioso, en honor a la verdad y a la justicia, debería ser al revés. Oskar Schindler fue un empresario católico alemán que congruente con sus principios, salvó la vida de alrededor de mil 200 judíos durante la Segunda Guerra Mundial, al emplearlos en fábricas de su propiedad donde se manufacturaron pertrechos para las fuerzas armadas alemanas.
Las fábricas radicaban en los territorios ocupados de Polonia y la República Checa. Las acciones de Schindler, le han valido el reconocimiento de “Justo entre las Naciones” que no solo es la recompensa que reciben los gentiles en el judaísmo sino también un reconocimiento del estado de Israel para honrar a los héroes del Holocausto que no son de sangre judía.
Los restos de Schindler descansan en el cementerio judío del Monte Sion frente a las murallas de Jerusalén.
Las acciones de Schindler se dieron a conocer en la novela del australiano Thomas Keneally “El Arca de Schindler” publicada en 1982 que, a su vez, inspiró el filme “La Lista de Schindler” ganadora del Oscar a la mejor película en 1993, producida y dirigida por Steven Spielberg y con un reparto de estrellas como Liam Neeson en papel de Schindler, Ben Kingsley como Stern, el contador judío de Schindler, y Ralph Fiennes, en una dramática caracterización de Amon Goth, el siniestro oficial austriaco de las SS, comandante del campo de concentración de Plaszow en Polonia.
Es evidente que el filme catapultó la historia de Schindler y por ende que a Don Gilberto Bosques se le empezara a denominar el “Schindler mexicano”
Don Gilberto fue veterano de la primera etapa de la Revolución, pues como parte del movimiento liderado por Francisco Madero integró el circulo de Aquiles Serdán en Puebla durante la etapa del dictador Victoriano Huerta, al cual se opuso con estudiantes normalistas como él, en protestas contra el régimen golpista.
Al ser ocupada Veracruz por los norteamericanos en abril de 1914, se ofreció como voluntario para combatir a los invasores, después se recibió como profesor y se unió al presidente Venustiano Carranza, desde donde comenzó su brillante carrera en la administración pública.
Primero por instrucciones del primer mandatario desempeñó funciones en la aplicación del sistema educativo emanado del artículo 3 constitucional. Posteriormente tras la muerte de Carranza y la llegada de Obregón al poder, pasó a ser Diputado Federal.
Con anterioridad, fue Secretario General de Gobierno en su natal Puebla. Bosques no se alineó con líderes políticos sonorenses, es más, fue opositor al Caudillo de Celaya, al unirse a la rebelión Delahuertista.
Derivado de lo anterior estuvo en la banca durante todo el Maximato, un periodo de 1928 a 1934 en que hubo cuatro jefes de Estado en México.
A la llegada a la primera magistratura del general Lázaro Cárdenas, se reincorporó a la esfera pública y vuelve a fungir como diputado federal.
Por recomendación del controvertido general Juan Andreu Almazán, se unió al Servicio Exterior Mexicano.
En 1939, la República Española fue derrotada y los nubarrones de la agresión nazi cubrieron Europa, entonces el presidente Cárdenas lo nombró Cónsul General en Francia y de manera confidencial fue el representante personal del jefe del Estado en el viejo continente. En mayo de 1940, Francia cayó ante los nazis y Don Gilberto mudó el Consulado de París a Marsella.
Ahí comenzó su titánica y valiente labor para otorgar visados mexicanos a republicanos españoles que huían de Franco, a perseguidos políticos y antifascistas, soviéticos, personas de raza negra, amarilla, gitanos, polacos, balcánicos y a miles de judíos, entre estos últimos protegió a Friedrich Katz, intelectual austríaco, uno de los principales difusores de la historia de México.
Don Gilberto incluso llegó a rentar casas en Francia para salvar a asilados bajo la bandera mexicana. Bosques escribió una de las más brillantes páginas de la diplomacia mexicana al salvar la vida de alrededor 40 mil personas, treinta y nueve veces más que Schindler, por lo que sería más correcto llamar a Schindler el “Bosques alemán”.
México reconoció a la Francia Libre en el exilio del presidente Charles de Gaulle y rompió en 1942 con el gobierno títere de Vichy. Lo anterior provocó que el personal diplomático mexicano y sus familias fueran hechas prisioneros y entregadas a los ocupantes alemanes quienes los recluyeron en un hotel prisión en Bad Godesberg.
El representante mexicano plantó cara a los nazis y expresó que se aplicarían al estatus de prisioneros de guerra, pero no aceptarían vejaciones ni maltratos. Dos años después a Bosques y sus colegas los canjearon por prisioneros alemanes en México. El 29 de marzo de 1944 Don Gilberto llegó a la estación de tren de Buenavista en la Ciudad de México, donde lo recibieron y vitorearon miles de republicanos españoles y judíos.
Tras la guerra, ocupó el cargo de embajador en Portugal, Finlandia y Suecia, después en Cuba donde como si la historia no quisiera despojarse de él, fue testigo de la caída de Batista y el triunfo de la Revolución cubana.
Don Gilberto se retiró y murió rodeado de reconocimientos el 4 de julio de 1995 a los 102 años de edad. Hoy es recordado como uno de los más brillantes diplomáticos mexicanos de todos los tiempos.
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