Por Orlando Oramas León
Corresponsal jefe de Prensa Latina en Uruguay
Es una realidad que se previó, pues a simple vista en las noches montevideanas se observa un número creciente de personas durmiendo bajo cartones, pese a las bajas temperaturas de este invierno austral.
Esa situación prevalece, aunque el Mides implementa el Plan Invierno, una operación que de conjunto con el Ministerio del Interior, ofrece capacidades en refugios donde pasar la noche.
Si se compara el número de personas sin techo registradas en 2019, año antes de la pandemia por la Covid-19, el incremento es del 58 por ciento.
Y es que mientras el gobierno incrementa la oferta de soluciones pasajeras, la demanda también crece.
CÍRCULO VICIOSO
El ministro de Desarrollo Social Martín Lema dijo ante el Parlamento que Uruguay debe cortar lo que calificó de círculos viciosos por los cuales no pocos se van a vivir a la calle, algunos con más de 35 años en tal condición.
En el fondo está la pobreza, porque las personas no consiguen el mínimo de ingresos, incluido el desempleo.
Durante el segundo semestre de 2022 el Instituto Nacional de Estadística estimó que alrededor de nueve por ciento de los uruguayos vive bajo niveles de pobreza.
Pero según la consideración del ministro, la cárcel, las drogas, salud mental y la inmigración reciente alimentan el ejército de indigentes.
Uruguay tiene uno de los mayores índices de población carcelaria en el continente. Cada día salen de prisión un promedio de 26 reclusos. Muchos de ellos carecen de recursos y carecen de vínculos familiares.
Otros no pueden volver al barrio, pues están amenazados. Para la mayoría la prisión no fue lugar ni período de rehabilitación y continúan enganchados con las drogas.
El censo del Mides demostró que al menos 46,7 por ciento de los que vivían a la intemperie habían estado presos alguna vez.
Con tal realidad, una de las soluciones pasa por dotar a los exconvictos de herramientas y programas para enfrentar su futuro y reintegrarse a la sociedad.
Ello supera la intención gubernamental de incrementar los centros de acogida, en tanto que también pasa por convertir los centros de reclusión en instituciones rehabilitadoras a fin de disminuir la reincidencia carcelaria.
La Dirección Nacional del Liberado pasó del Ministerio del Interior al de Desarrollo Social, con la intención de dotarla de un enfoque más socioeducativo.
Otra arista del asunto pasa por las adicciones. “Se mantiene un perfil que indica alta preponderancia de consumo de drogas”, reza el informe preliminar, según el cual el 91,5 de los encuestados confesó el consumo de alcohol y drogas.
La adicción lleva a delinquir para poder comprar la cocaína y vuelven a prisión, con lo que se repite el círculo vicioso calle-droga-cárcel o viceversa.
El Congreso uruguayo discute por estos días un proyecto de Rendición de Cuentas del gobierno, que solicita un incremento del presupuesto por 20 millones de dólares para atender la salud mental y adicciones.
De igual manera, el Senado analiza un programa para la hospitalización involuntaria de drogadictos en situación de calle y que pueden ser un riesgo para sí y para la sociedad. La propuesta ya tuvo la luz verde de la Cámara de Diputados.
La discusión va aparejada con encarar los padecimientos psíquicos por los cuales es alto el índice de suicidios y la prevalencia de la depresión.
Una reciente encuesta indicó que 41,2 por ciento de los consultados admitió que recibió tratamiento o estuvo internado por consumo de drogas y otros por problemas psiquiátricos.
Por cierto, coincidiendo con el sondeo, la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay publicó una carta abierta denunciando la “grave situación” en el Hospital Vilardebó, de referencia para la atención de enfermos mentales.
El gremio calificó así la atención a los usuarios, las condiciones de internación y de los trabajadores. “Gran número” de pacientes no cuenta con el seguimiento psiquiátrico en los últimos meses, tanto en salas del propio hospital como en sanatorios privados en donde se deriva la internación, consignó un comunicado.
Y en el tema de los sin techo entra también el fenómeno que convierte a Uruguay en destino de migrantes de diversas nacionalidades. La pesquisa encontró que 2,6 por ciento de los que pernoctan en calle eran extranjeros.
Resultan aristas e ingredientes que tienen como trasfondo un drama humano y una de las caras feas de un país que se vanagloria de ostentar mejores índices de desarrollo social en el continente.
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