La decisión era esperada, y a partir de este momento la multimillonaria empresaria y senadora tiene solamente como adversaria a la veterana del Partido Revolucionario Institucional (PRI) Beatriz Paredes, una mujer cuya campaña prelectoral no marcha pareja con su rico currículo y experiencia.
La evolución de los acontecimientos, según las apreciaciones del partido oficialista Morena, marca todas las escenas de un guion trazado, según el presidente Andrés Manuel López Obrador, por la cúpula empresarial liderada por Claudio X González, y los presidentes del PAN, Marko Cortés, del PRI, Alejandro Moreno, y del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Jesús Zambrano.
Todos estuvieron de acuerdo con que la ungida fuera Gálvez, aunque su currículo y su cultura general estuviera tan marcadamente por debajo de las que destacan a Creel, un intelectual y abogado reconocido de gran historial político, y de Paredes, quien llegó a ser presidenta del PRI.
Según López Obrador, en la elección de Gálvez no figuraron esos elementos, sino un criterio de oportunidad circunstancial a la sombra de una visión conservadora y distorsionada de la realidad nacional que interpreta al pueblo mexicano como un sujeto simplista al que puede llegar una persona con una formación parecida.
Al parecer, en la apreciación del mandatario, para esas personas que cumplía los requisitos para dar esa imagen tan equivocada del mexicano común, y crearle un carisma maquillado, era la senadora, a quien empezaron a levantar dándole un protagonismo que nunca había tenido.
Idearon acciones escandalosas como encadenarse a la silla del presidente de senadores en el vetusto local capitalino de Xicoténcatl para impedir una sesión y se quedó mosqueada y sin prensa pues los legisladores sesionaron en el patio.
También cuando, poco después, intentó entrar por la fuerza al Palacio Nacional para participar en una de las conferencias matutinas del presidente López Obrador sin ser invitada. Ya desde entonces, comenzó a ganar espacio en la pantalla chica.
La campaña la hizo tipo Cenicienta, en torno a una imagen de persona de pueblo vendedora de gelatinas que, con ese trabajo, se hizo millonaria y escaló en la sociedad hasta llegar a ser alcaldesa. Además, que su origen de pueblo lo marca con un lenguaje chabacano, coloquial, impropio de alguien que aspira a ser una estadista, porque presuntamente así habla la gente.
Esa estrategia disgustó a muchas personas importantes del PAN, y sobre todo del PRI, que no estuvieron de acuerdo que hubiese un candidato ungido y que los demás, entonces cerca de 40 aspirantes, fueran solamente extras para llenar la escena.
El caso más sonado fue el de la senadora Lilly Téllez, acérrima adversaria del gobierno, pero realmente de las que creían que el sistema de encuesta popular para elegir el candidato presidencial era la vía correcta, hasta que se dio cuenta, y denunció -como hicieron los demás- que todo era un montaje y que ya estaba designada Gálvez.
La decantación fue acelerada como había develado López Obrador, y más temprano que tarde, quedaron solamente tres para cerrar la puesta en escena, como lo califican los del partido Morena:
Creel, quien se sabía no podría tener un acercamiento al pueblo por su arraigado sentido de clase y sus orígenes familiares, y Paredes que, a pesar de su gran historia, carece del carisma buscado, y su energía ya no es la de antes.
La pregunta es cómo será de ahora en adelante. Si Paredes hace lo mismo que Creel y no continúa, serían innecesarias las encuestas pues ya Gálvez ya no tendría rival y se convertiría en candidata única del Frente Amplio por México.
Habría que preguntarse cuáles serán los efectos inmediatos y mediatos de toda esta trama sobre el PRI ampliamente por haber cedido soberanía al PAN e ir de segundón a las elecciones.
Es algo no acostumbrado en un partido histórico nacido al calor de la Revolución mexicana pero que, en apenas un quinquenio, ha perdido más de cuatro millones de militares de los 6,3 que tenía en 2017.
mem/lma