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Chile por los Senderos de El Monte (+Fotos+Video)

Santiago de Chile (Prensa Latina) En El Monte, una pequeña comuna ubicada a 50 kilómetros de la capital chilena, funciona desde hace más de dos décadas un proyecto que ha permitido la formación de miles de niños, jóvenes y adultos en distintas manifestaciones artísticas.

Por Carmen Esquivel

Corresponsal jefe de Prensa Latina en Chile

Senderos de El Monte es el nombre de este programa definido como punto de encuentro de la comunidad con el folclore y otras expresiones culturales, dirigido por el profesor y músico Carlos Olivares.

“¿Por qué fue bautizado así? Porque trabajar en el arte significa ingresar cada día a un nuevo sendero, que finalmente confluye en una gran avenida”, explicó Olivares a Prensa Latina.

Quien visita el Centro Cultural no imagina los esfuerzos para construir lo que es hoy una amplia instalación insertada en uno de los sectores más populares de la comuna.

Cuando a nosotros nos entregaron este terreno, era un basural de donde hubo que sacar toneladas de escombros. Luego postulamos a un proyecto del Ministerio de las Culturas y las Artes y construimos la primera parte del edificio y con un segundo proyecto, lo ampliamos, recordó Olivares.

Hoy el inmueble de dos pisos y unos 500 metros cuadrados posee salas de música, salón de baile, espacios para talleres y áreas administrativas.

En estos momentos trabajan 12 profesores que imparten clases a 260 alumnos, informó. El centro cuenta con una orquesta de cámara, escuela de ballet, tres elencos de folclore y talleres de acordeón, guitarra, tango, cueca, reiki y yoga.

“Para una comuna como la nuestra, contar con salas especializadas para el desarrollo de las artes es un lujo”, dijo Olivares, y añadió que aún tienen espacios ociosos y -si contaran con más financiamiento- podrían duplicar la cifra de alumnos.

Senderos de El Monte salva vidas porque realiza una labor social, trabaja en la formación integral de los alumnos, en la prevención, en los valores del ser humano y el niño que aprende a tocar un instrumento musical o a expresarse a través de la danza, adquiere elementos para la vida, precisó.

ENTRE LA MÚSICA CLÁSICA Y LA TRADICIONAL

En una de las salas del centro, la Orquesta de Cámara, integrada por chicos de distintas edades, toca un fragmento de la Oda de la alegría de Beethoven.

 

Gerardo Ahumada, su director, explica que ahora se encuentran en un proceso de aprendizaje técnico y están ampliando el repertorio hacia la música chilena, como la de Violeta Parra o el grupo Los Jaibas, y también a varias canciones del folclore infantil. “Este es un trabajo que permite a todo el que se enfrente a la música marcar un antes y después. Probablemente la identidad también se vea fortalecida una vez que uno comienza a estudiar estos instrumentos”, dice.

Ignacia Núñez es una de las dos profesoras de Ballet y se formó precisamente en Senderos de El Monte.

Me gusta mucho el proyecto porque es muy inclusivo, no mide capacidades o situación económica. Todos pueden bailar o tocar un instrumento y reconectar con sus raíces y eso es hermoso, expresó.

En estos momentos tienen tres grupos: de 3 a 5 años, de 6 a 8 y de 9 a 11.

El ballet permite a los niños asumir una buena postura, disciplina y el trabajo grupal, de compañerismo, algo que se está perdiendo en las comunas, afirma.

En otras de las salas visitadas, Verónica Maturana, a cargo del conjunto folclórico infantil, trabaja en la Ronda para Gabriela, una serie de cantos tomados de la obra de la Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral y llevados a la música.

“Si no hay un acercamiento a la poesía desde la lectura, bueno acerquemos la poesía desde la música”, afirma.

El proyecto también ofrece opciones para los adultos mayores. Quince personas de este grupo etario están inscritas en el taller de tango que ofrece Roberto Villa.

El baile ayuda a las personas con dificultades para movilizarse y hace que se alegren porque la música los transporta, explica el profesor.

“Esto es maravilloso, nos abre más puertas a los adultos mayores, yo les digo a mis amigos, no se queden en casa”, añade Marta Tobar, una de las alumnas.

DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

Francisco García es uno de los socios fundadores del proyecto. “Llevo 21 años aquí, empezamos mi esposa y yo, luego mis hijos y ahora están mis nietos. Estamos preparando un show con canciones populares chilenas desde 1920 a 1960. Este es un compromiso social con la comuna, dice.

La Villa de San Francisco de El Monte está ubicada en la provincia de Talagante, de la Región Metropolitana de Santiago, y cuenta con poco más de 35 mil habitantes.

Esa localidad tiene una gran importancia histórica porque allí está ubicada la hacienda donde vivió el prócer de la independencia José Miguel Carrera (1785-1821) y su familia, que hoy es uno de los atractivos del poblado.

En la actualidad, el centro cultural trabaja en colaboración con una amplia gama de organizaciones, genera espacios de asociatividad y promueve el fortalecimiento del tejido social.

Paulo Fernández es acordeonista y tiene 24 años de edad. Empezó a estudiar aquí, porque era el único lugar que contaba con ese instrumento, luego pasó al conservatorio y ahora imparte clases en este proyecto.

Gerardo Alfredo Griñan pertenece a la institución desde hace 20 años, primero como alumno y ahora como profesor de guitarra.

La música entrega muchas posibilidades para salir de situaciones difíciles, por ejemplo para rescatar a alguien de la drogadicción y la violencia, y ayuda de manera integral al desarrollo humano.

Para Sebastián Muñoz, joven director de la orquesta, el proyecto ha significado mucho. Yo antes solo tocaba guitarra, pero nada más me sabía tres notas, y aquí he aprendido a tocar acordeón, teclado, timbales, percusión y también trabajé en canto. Una gama increíble de posibilidades.

Esta localidad en su momento ha tenido problemas con la delincuencia, pero hemos visto que algunos que iban por mal camino cambiaron su vida y ahora son músicos reconocidos, dijo.

Senderos de El Monte es un proyecto para la cultura y el arte, pero sobre todo con un gran compromiso social: despertar a través de las emociones y las sensaciones la capacidad de relacionarse con los demás, hacer de los niños y jóvenes mejores seres humanos y prepararlos para el futuro. Es, en resumen, un viaje hacia la vida con todas sus circunstancias.

arc/car

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