Es el 213 aniversario de aquella memorable jornada cuando a las 11 de la noche el cura patriota Miguel Hidalgo y Costilla subió a la torre de las campanas de la Iglesia de Dolores, en Guanajuato, y redobló él mismo la pesada armazón de hierro y bronce para convocar a los vecinos a cabildo abierto.
Estos se congregaron frente a la parroquia y cuando ya había terminado el día 15 y el reloj marcaba la madrugada del 16, el cura proclamó la independencia de la Nueva España y convocó a la guerra para conquistarla.
Hay numerosas versiones de aquellos hechos y ninguna prueba fehaciente de lo que realmente ocurrió y dijo, solamente la certeza de que, desde aquel momento de 1810 se desató la guerra y no fue hasta el 27 de septiembre, pero de 1821, que se consumó la independencia proclamada por Hidalgo después de 11 años de cruento batallar.
La versión más extendida de lo que integra el Grito de Independencia o Grito de Dolores, como se le conoce, fueron los siguientes vivas tras la proclama: «¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!» «¡Viva la América!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la religión y mueran los gachupines!».
Para ironía de la historia, quien ordenó traer la campana original de Dolores y colocarla en el balcón presidencial del Palacio Nacional, fue el sátrapa Porfirio Díaz, en 1896.
Todo el mundo espera con ansias el grito, pues a los establecidos cada presidente le pone su impronta y añade otros vivas de acuerdo con su percepción.
El año pasado López Obrador dio más de una veintena, pero siempre son infaltables los dirigidos a los principales héroes de las gestas patrióticas y revolucionarias de México.
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