«He pintado a Colombia toda mi vida», expresó en una ocasión el artista colombiano de la plástica de mayor renombre mundial quien llevó al lienzo, al bronce, al papel, más que una paloma, un guerrillero, una mujer angustiada, un carro bomba, o la muerte de Pablo Escobar.
En la obra de este creador, quien falleció ayer, sobresale una volumetría colosal que, junto a otros elementos marcan su estilo, reflejan el largo camino de este país y de este pintor quien, al decir de su hijo Juan Carlos Botero, trabajó «cada día de su vida, durante horas y de pie, y sin tomarse siquiera unas vacaciones».
La guerra y la paz, y en medio de ello la violencia, fue una temática que desarrolló en buena parte de su creación artística y que comenzó a pintar desde finales de la primera mitad del siglo XX.
En 1949, dio a conocer Mujer Llorando y en 1952, Frente al Mar, pero luego vinieron obras como Vive la Muerte, Una Víctima, Muerte en la Catedral, Río Cauca, Quiebrapatas, Un Secuestro, Masacre de Mejor Esquina, Carrobomba, Esmeralderos, Guerrilleros, Tirofijo, Pablo Escobar.
«Contrariamente a lo que siempre he predicado, que el arte debe dar placer y mostrar aspectos más gratos, frente a este terrible drama, tengo la obligación moral de darle otro aspecto a mi pintura y mostrar el drama colombiano», expresó el maestro al inaugurar la retrospectiva de su obra, en el antiguo monasterio de San Ildefonso, en México.
Pero su obra también fue objeto de violencia. El 10 de junio de 1995 en la noche, mientras se celebraba el evento Cartagena Contigo en la plaza San Antonio de Medellín, una estrategia para estrechar los lazos entre ambas ciudades, explotaron 10 kilogramos de dinamita, con saldo de al menos 200 heridos y 23 muertos.
De acuerdo con el reporte policial, el explosivo fue ubicado junto al ave de bronce, el monumento El Pájaro, del maestro Fernando Botero, que aún se mantiene en el mismo estado en el que quedó luego del estallido.
El maestro Botero pidió conservar su obra semidestruida y en un comunicado escribió: «Quiero que la escultura quede como recuerdo de la imbecilidad y de la criminalidad de Colombia».
El lunes siguiente al atentado, los restos del Pájaro fueron cubiertos de claveles rojos por familiares y dolientes, y 12 días después de la tragedia, unas dos mil personas se congregaron en el Parque San Antonio en «un abrazo por la vida».
Fue un homenaje a las víctimas con música de la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia, rescital de poemas y una representación teatral.
Los participantes firmaron una carta dirigida a Botero en la que se le pedía reponer la obra destruida, pues lo que antes había sido un símbolo de paz, la «brutalidad» lo había «transformado en alegoría de terror y de barbarie».
Los medellinenses bautizaron la obra como el Pájaro herido, tras quedar parcialmente destruida y estuvo cinco años en soledad.
En el 2000, Botero le entregó a la ciudad, como muestra del rechazo a la violencia, una nueva obra con las mismas características de la primera, bautizada como el Pájaro de la Paz fundida en bronce en sus talleres de Pietrasanta.
Quedaron ubicadas muy cerca, sobre pedestales iguales y el propio artista denominó al conjunto «Un monumento a la violencia y la paz».
El Pájaro herido se convirtió en un santuario, donde aún los familiares de las víctimas de ese hecho de violencia rezan y lloran, un lugar visitado por turistas de todas partes que llegan a Medellín, la cuna del maestro.
El destacado pintor por su estilo singular expresado en sus múltiples esculturas y pinturas, particularmente por la interpretación del estilo figurativo, denominado como boterismo, falleció este 15 de septiembre a los 91 años de edad en su hogar en Mónaco.
Buena parte de su obra, desde hace muchos años, es reflejo de la vida en Colombia que aún se debate entre la violencia y la paz.
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