Nigeria, país más poblado de África, mayor productor de petróleo al sur del Sahara y presidente pro tempore de la Comisión Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) echó todo su peso en la balanza y amenazó con una invasión militar para reinstalar en el poder al presidente Mohamed Bazoum, defenestrado en julio pasado.
Las tensiones aumentaron después que Mali y Burkina Faso, en franco apoyo a los militares nigerinos, advirtieron que tomarían cualquier agresión a Níger como una declaración de guerra de la Cedeao en su contra.
Para que no quedaran dudas de la seriedad de sus intenciones semanas después firmaron un pacto de defensa con Níger.
En medio de esa tormenta política, con acompañamiento de ruido de sables, Argelia y Chad expresaron desacuerdo con cualquier acción castrense, y el primero hizo más: despachó delegaciones de alto nivel a Nigeria y Níger con un plan para la solución pacífica del diferendo.
Todos los indicios apuntan a que los miembros de la Cedeao, convencidos del carácter indetenible de la tendencia de varios países del continente a librarse de gobiernos prooccidentales, optó por bajar el tono en espera de los acontecimientos generados por la mediación argelina.
De su lado, los militares nigerinos, después de tomar la temperatura política, accedieron a aceptar la iniciativa del país magrebino, cuyo centro es una transición de seis meses para el retorno a un gobierno civil en Niamey.
La clave de la aquiescencia de ambas partes, sin embargo, yace en la desaparición de la manzana de la discordia, a saber, la exigencia de la Cedeao de que el presidente Bazzoum fuera reinstalado en el poder.
ro/msl