Es que los festejos del Día de Muertos lo tienen como figura central por ser el centenario de su asesinato y por ello este año lleva su nombre.
Con ese motivo, se erigió una gigantesca figura huesuda en medio de la plaza con sus pistolones y sus cartucheras cruzadas, rodeado de las mujeres y hombres que lucharon junto con él y construyeron la heroica División del Norte que destacó tanto por su valentía en la Revolución Mexicana de 1910.
Villa fue, y lo seguirá siendo, el revolucionario del pueblo, hombre de iguales entre los iguales, a quien la gente sigue amando y aclamando sin hacer gran caso a quienes resaltan controversias en su vida y egoístamente ocultan sus valores patrióticos.
Además de las figuras resucitadas, en el zócalo se construyó, siguiendo la costumbre del Día de Muertos, una enorme ofrenda al “Centauro del Norte”, en la cual también hay un ferrocarril.
Una estampa típica en fotos, revistas y películas de la revolución, porque, además de los caballos, era un medio en el que se movían los villistas para hacer la Revolución por todo el país.
La ofrenda fue inaugurada la víspera a fin de que este 2 de noviembre los visitantes nacionales y extranjeros, conversen también con los ancestros de una de las épocas más gloriosa, controvertida, discutida, pero muy amada, del México insurgente.
Paco Ignacio Taibo II, escritor, conversador, polémico, director del Fondo de Cultura Económica, habló en la ceremonia de develación de la ofrenda donde señaló que Pancho Villa es para los mexicanos una memoria activa y viva del hombre que durante la revolución de 1910 a 1920 significó la construcción del ejército del pueblo más importante que habido en la historia de América Latina.
Destacó que es el personaje que nos llenó de anécdotas pues cuando fue gobernador de Chihuahua fundó más escuelas en un mes de las que había en todo el estado, abrió los trenes de la División del Norte en Irapuato para entregarle a los maestros parte de los víveres que traía su contingente.
Villa no sólo fue el gran caudillo militar de la batalla de Zacatecas, las dos batallas de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo, las batallas para conquistar a Chihuahua y sobre todo la sorprendente batalla de Ciudad Juárez, dijo.
También es el hombre que montaba una yegua que era inmortal, a la que le metieron tres tiros y sin embargo siguió cabalgando para salvarle la vida:
La famosa “Siete Leguas”, que las malas canciones la han vuelto caballo, pero “ni madres, siete leguas la yegua”, que condujo a Villa a la fuga de los que lo estaban persiguiendo.
Fue el hombre que juró lealtad eterna a Madero y que fue incapaz de impedir el golpe, pero sí de ejercer la venganza contra sus asesinos y las hordas dirigidas por el dictador Victoriano Huerta.
Se trata, dijo, de un Villa que en la memoria colectiva de todos los mexicanos o de buena parte de ellos, quien ya retirado consideró que un maestro debería ganar lo mismo que un general, y esa frase se ha quedado en los aires acompañando a todos los mexicanos.
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