Estudiosos aseguran que separar un día del año para honrar a los finados es antigua, pues data de cerca de mil años, en la Edad Media. Se cree que la creación de la fecha ocurrió en algún año entre finales del siglo X y principios del XI por el monje benedictino Odilo, de la abadía de Cluny, en Borgoña, Francia.
El período coincide con un cambio en el pensamiento de la iglesia Católica y potencia la creencia en el Purgatorio y la necesidad de rezar para que el espíritu de los extintos llegue al cielo.
Por supuesto, las oraciones en favor de los seres queridos fallecidos tienen registro desde los primeros siglos del cristianismo.
Sin embargo, la idea de que ellas podrían ayudar a salvar las almas de esos muertos fue creciendo poco a poco, hasta el momento en que el abad Odilo establece el Día de los Muertos el 2 de noviembre.
Con el prestigio del benedictino, la fecha se extiende.
La elección de ese tiempo no fue al azar, pues tiene lugar una jornada después del Día de Todos los Santos, momento en que la Iglesia celebra a aquellos que considera que ya están cerca de Dios.
En algunos países, como en España, las fechas se celebran juntas el 1 de noviembre.
Por la conmemoración, resulta común en Brasil que los cementerios se llenen de personas nostálgicas de sus seres queridos, que llevan flores para poner en su sepultura.
Además es habitual encender velas y rezar por los que se han ido.
En México, también se celebra, pero con el nombre de Día de Los Muertos y tiene un aspecto mucho más festivo. Allí, la celebración dura tres días, del 31 de octubre al 2 de noviembre.
Durante esta etapa, los mexicanos creen que las almas de los parientes idos regresan al mundo de los vivos para visitar.
Para recibirlas, ellos montan altares en sus casas, con fotos de los parientes muertos, flores, calaveras de papel y ofrendas, que incluyen los platos y bebidas favoritas de los finados.
La fiesta también toma las calles. Es común que las personas fantaseen, bailen y canten, además de escuchar las canciones favoritas de quienes se fueron.
Esta solemnidad mexicana es uno de los principales productos del sincretismo religioso, mezclando elementos indígenas (de los pueblos precolombinos que habitaban en su territorio) antes de ser invadidos por los españoles y cristianos europeos.
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