Paul Szpak, profesor de la Universidad de Trent, con sede en Ontario, de conjunto con 19 colegas de 11 instituciones, emplearon tres líneas de investigación para llegar a sus conclusiones.
Los estudiosos se basaron en el análisis genético de viejos cráneos de osos de un archivo danés, en un modelado de hábitat basado en el clima de antaño, y en un estudio de elementos distintivos en los huesos que revelan la dieta.
“Cuán diferentes son los osos entre sí a nivel genético puede ser un marcador del tamaño de la población”, determinó Szpak.
Por lo general, añadió, cuando hay mucha diversidad genética y ésta disminuye, eso sugiere que el tamaño de la población probablemente también decreció.
Luego, los científicos reconstruyeron cómo eran las condiciones del hielo marino alrededor de Groenlandia utilizando datos de antiguos núcleos de hielo y otras fuentes para estimar los rangos de temperatura.
Este aspecto les dio una idea de la calidad del hábitat de los osos, ya que estos utilizan el hielo marino como plataforma para cazar focas.
Cuando pusieron los datos de diversidad genética junto con las reconstrucciones del hábitat, surgió un patrón definido: el número de osos aumentó cuando las temperaturas bajaron y disminuyó cuando el calentamiento fue mayor.
Por ejemplo, el retroceso final de los glaciares durante la última edad de hielo, hace unos 20 mil años, coincidió con un número menor de osos.
“El rápido declive inicial observado en los osos del oeste de Groenlandia (hace unos 19 mil años) puede señalar el final del último máximo glacial en la región, un período de pérdida masiva de hielo marino y temperaturas crecientes”, advirtió el artículo.
Spzak señaló que su investigación, publicada en la revista Science, debería ser una advertencia.
“Si esperamos que las temperaturas sigan aumentando y el hielo marino disminuya, tal vez podamos ver implicaciones negativas para los osos”, alertó.
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