Profundizar en el nacimiento y vida de este sindicato es como sumergirse en la historia patriótica de México por su independencia e identidad nacional, pues sus raíces están en aquella tristemente célebre empresa estadounidense Mexican Light and Power, expresión tangible de aquellos monopolios primitivos que tanto sirvieron para la expansión imperialista en toda América Latina y el Caribe.
Desde entonces el SME está presente en la actualidad mexicana, y 109 años de incesante batalla, primero en favor de las ideas libertarias y agrarias de Francisco Villa y Emiliano Zapata, más tarde en 1938 con Lázaro Cárdenas, la nacionalización del petróleo y un vuelco en el sector energético, tratado de completar después en 1960 por Adolfo López Mateo con la nacionalización de la electricidad, avalan su lema “Aquí, se ve, la fuerza del SME”.
Desde incluso antes de su formación, en aquella vieja fecha de 1905 cuando se inició la construcción de la hidroeléctrica de Necaxa en 1905 por la Mexican Light and Power, y todos aquellos intentos continuados por organizar un sindicato de electricistas en 1906, 1908, 1910, 1911 y 1913, hasta lograr el ideal el 14 de diciembre de 1914, el SME es una brújula que marca rumbos en el movimiento obrero mexicano.
Su lucha, un referente inexcluíble, ha estado marcada por diferentes aspectos en cada etapa de su formación y desarrollo, interpretando con una visión dialéctica los acontecimientos que han marcado a México desde entonces, y con la grandeza de no haber equivocado nunca el camino.
Así fue en los convulsos tiempos de su nacimiento cuyo alumbramiento se dio en reuniones clandestinas y lugares sorprendentes como la azotea de una subestación conocida entonces como La Nana, y en los de su desarrollo del pasado siglo, muy imbricados con este milenio también muy complejo en el que los principios y su defensa han sido claves para consolidar el prestigio del SME.
Su batalla secular se centró y con éxito en la necesidad de su reconocimiento como clase, de sus formas de organización, de representación colectiva, vencer en la lucha por la regulación de las relaciones obrero-patronales, al nivel salarial y del empleo, así como de las relaciones en los procesos de trabajo.
Tan importante como haberlo logrado, ha sido mantenerlo.
Resalta en este tiempo moderno como la luz de un brillante expuesto al sol, la tremenda batalla para reponerse del golpe artero neoliberal propinado por el expresidente Felipe Calderón el 10 de octubre de 2009 quien, sin temblarle la mano, asaltó y destruyó la Cooperativa Luz y Fuerza del Centro, y dejó en la calle a sus 44 mil trabajadores activos y 22 mil jubilados sin pensiones.
Calderón les tiró los caballos y perros a todos los trabajadores para poner en manos de las empresas españolas y estadounidenses de las que era y es empleado, la industria eléctrica, y la policía federal y el ejército ocuparon sus instalaciones y lo destruyeron todo al decretar la extinción de Luz y Fuerza.
Pero 16 mil 599 trabajadores resistieron de forma heroica y, como el Ave Fénix, rescataron de los escombros lo que les pertenece, y el SME, con la activación de sus medios de subsistencia -sin dejar a un lado su meta fundamental de una reinserción justa en la Comisión Federal de Electricidad-, se mantiene enhiesto.
Las puertas de su emblemática sede ganada a golpe de moral y dignidad están abiertas para recibir a quienes defiendan causas justas, en su casa en Insurgentes 98, con su expresivo mural “El retrato de la Burguesía”, una parábola de David Alfaro Siqueiros para exaltar la lucha del proletariado de la que el SME es protagonista.
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